Omenaldia

Donostiako Kantujirak plaka jarri du Mikel Laboaren oroimenez Parte Zaharreko San Juan kalean.

nerea lizarralde (Donostiako Hitza)

Donostiako Kantujira, ohi bezala, Fermin Kalbeton kalean bildu zen atzo eguerdian euskal kantak abesteko. Atzoko kantujira, ordea berezia izan zen, Mikel Laboari omenaldia egin baitzioten.

Omenaldia ez zuten soilik kantuan egin. Abeslari donostiarra Parte Zaharrean jaio zen, San Juan kalean eta Donostiako Kantujirak plaka jarri zuen bertan, bere oroimenez.

Urtarrilean egindako kantujiran Fermin Kalbetonetik San Juan kalera joan ziren Mikel Laboaren abestiak kantatzera. Oraingoan, plakarekin itzuli dira leku berara.

«Kantuz egin dezaten nitaz oroitzean. Hemen jaio zen Mikel Laboa Manzisidor artista handia. 1934-2008» dio Laboa jaiotako etxean jarritako eta Donostiako Kantujirak sinatutako plakak. Esaldia Laboaren Kantuz abestitik hartuta dago.

Jende andana bildu zen Laboaren omenezko ekitaldian. Artistaren senitartekoak bertan izan ziren eta beraiek inauguratu zuten plaka. Momentu hunkigarriak bizi zituzten. Laboaren Martxa baten lehen notak, Kantuz eta Txoria txori abesti ezagunak interpretatu zituzten. Azken kanta gainera, txistularien laguntzarekin abestu zuten.

Mikel Laboa (Donostia, 1934-2008) abeslaria jaio zen etxe atarian omenaldia egin diete hari eta haren sendiari gaur, Donostian, San Juan kaleko 15. zenbakian, Parte Zaharrean. Plaka bat inauguratu dute.  (Berria

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DV. Mikel Laboa zenari harrizko oroigarria ipini zioten atzo, jaio zen etxean, Donostiako San Juan kalean, orain San Bizenteko parrokiakoa den etxe batean. Hilean behin, larunbat batean, kalerik kale abestera ateratzen diren Kantu Jira ekimeneko kideek jarri zuten oroitarria, eta hau dio: «Hemen jaio zen Mikel Laboa. Artista handia». Eta bi esaldi horien azpian, artistak kantatu ohi zuen kantu ezagun bateko pasartea: «Kantuz egin dezaten nitaz oroi-tzean»; Joxe Mendiage baxenafar bertsolariaren esaldia, alegia. Eta horrez gain, txori baten irudia.

Kantuz hori, Joxe Mendiagek jarritako bertso batzuk dira. Baxe Nafarroako bertsolari hau Uruguain bizi izan zen urte askoan eta hantxe hil zen 1937an. Bertso horietan zera zioen Mendiagek, bera kantuz bizi izana zela eta, hiltzean, nahi lukeela adiskideek kantuzko despedida egitea. Oroitarrirako aukeratu den esaldi horrek, kantu osoak bezalaxe, idazkera asko ezagutu ditu.

 
Javier Ortiz · · · · ·
22/02/09

Para argumentar su demanda de ilegalización de las candidaturas de Askatasuna, aduce el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, que, si muchos ciudadanos identificados con D3M han avalado con su firma las listas de Askatasuna sólo puede ser porque estas últimas también se sitúan en el entorno de ETA, dado que –dice– nadie que tenga unas preferencias políticas propias avalaría la presentación de otra candidatura potencialmente rival.

Es lamentable que el Estado español tenga un fiscal general que entiende tan poco de libertades y que se dedica a procesar las intenciones ajenas.

Ha habido miles de ciudadanos y ciudadanas de Euskadi que han avalado con su firma las candidaturas de Askatasuna y que no tienen la menor intención de darles su voto. Militantes del PNV, de EA, de Ezker Batua, de Aralar, de Zutik!… o militantes de la libertad, sin carné de nada. Personas que aspiran a que todas las opciones políticas puedan estar presentes en las urnas y confrontarse entre ellas pacíficamente. Que quieren que quepa comprobar los apoyos sociales con los que cuenta cada cual para empezar a introducir un poco de racionalidad en ese tinglado de locos.

El fiscal general confunde los principios con los fines. Algunos apoyamos el derecho a la participación política de gente que nos repatea. No es cosa de amores ni de odios, sino de libertad. La libertad carece de fronteras. Porque o es de todos o no es de nadie.

Suele decirse que las opiniones no matan. Y es una gran verdad, pero insuficiente. La experiencia de la Historia demuestra que, cuanto más libres son las opiniones y mejor pueden expandirse y contrastarse entre sí, menos ganas tiene nadie de matar a nadie.

Javier Ortiz es un analista político que colabora con diversos medios de comunicación


Público, 7 febrero 2009

Perico Oliver Olmo, historiador, antimilitarista y ex insumiso

Tras el fin de la mili el primer gran reto del movimiento antimilitarista es reinventarse. Pronto quedó demostrado que con la conscripción también terminaba un ciclo de 30 años de movilización. Desde entonces, el movimiento antimilitarista ya no tiene ni tanto protagonismo ni tantas oportunidades para plantear debates. Por si eso fuera poco, las Fuerzas Armadas han recuperado a ojos vistas la capacidad de influencia social que habían perdido, hermoseando cada vez con más eficacia las nuevas caras del militarismo. Aunque los valores y el repertorio de acciones sean los mismos, lo más importante sigue siendo atribuirle sentido a la necesidad de la militancia en el antimilitarismo. Será más trascendente detenerse en el porqué del antimilitarismo que en la promoción de su activismo. Quizás por eso los grupos antimilitaristas más conscientes dedican sus mejores esfuerzos a reinventar el repertorio de expectativas, para que la pequeñez no sea sinónimo de irrelevancia.

El segundo gran reto del movimiento es saber permanecer. Lo hace cuando está presente en otros movimientos sociales, y cuando crea redes propias y coordinadoras internacionales, o cuando realiza acciones noviolentas contra instalaciones militares y campañas de objeción fiscal y contra los gastos militares, además de denunciar esa pedagogía gamberra que los ejércitos llevan a cabo en colegios y ferias infantiles. A nadie se le escapa que en estos momentos el movimiento antimilitarista ni puede (ni se plantea) tumbar un marco normativo concreto mediante una campaña de desobediencia civil que sea masiva e imaginativa y esté apoyada socialmente, tal y como ya hizo cuando ayudó a abolir la conscripción a través de la objeción de conciencia y la insumisión. Pero tampoco es muy difícil observar las señales de su auténtica influencia cultural en un mundo tan belicoso como el actual, donde la guerra se ha hecho omnipresente y determinante: hay todo un legado de ideas favorables al pacifismo político que pone a la defensiva a los voceros de las políticas militaristas, a los que defienden la producción y venta de armas, a los que justifican las guerras preventivas, etcétera.

Si algo demuestra que el movimiento antimilitarista influye socialmente es que, con sus valores y sus mensajes, consigue dinamizar el movimiento pacifista y politizar el antibelicismo cultural que comparte buena parte de la sociedad.

Publicado en Diagonal web nº 96  www.diagonalperiodico.net

 


20-02-2009
20º aniversario de la insumisión

Grupo Antimilitarista de Carabanchel
Diagonal
En los 12 años que duró la campaña de rechazo a la mili, 50.000 jóvenes se declararon insumisos y
1.670 acabaron en la cárcel. El movimiento antimilitarista celebra ahora una oleada que recorrió
todo el Estado.
El 20 de febrero de 1989, 57 jóvenes pusieron en marcha la campaña de insumisión promovida por
el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC), declarándose insumisos ante los gobiernos
militares del Estado español. Se negaban a hacer la mili y la Prestación Social Sustitutoria (PSS) de
18 meses como alternativa al servicio militar obligatorio. 11 fueron detenidos e ingresados en
diferentes prisiones militares.
Se trataba del inicio de lo que iba a ser la más exitosa campaña de desobediencia civil en el Estado
español y en Europa. A lo largo de los 12 años que duró la lucha, 50.000 jóvenes se declararon
insumisos y 1.670 acabaron en la cárcel por defender su derecho a no hacer la mili ni la PSS. La
fortaleza de esta estrategia de desobediencia civil se basó en el desarrollo de un potente colchón
social: por cada insumiso, cuatro personas de diversa condición social y laboral se auto inculpaban
de cometer el mismo delito. Cada desobediente generaba la movilización de un grupo de apoyo y
su entorno, mientras movimientos sociales, sindicatos y ONG se unían al boicot a la PSS. La red
solidaria se extendió como una mancha de aceite: el virus de la insumisión infectó a todo el tejido
social.
La insumisión es heredera de la objeción de conciencia de los años ‘80 y del trabajo de grupos de
mujeres antimilitaristas. Aquellos objetores fueron amnistiados y quedaron libres de sus
obligaciones militares. Sin embargo, varios de ellos creían que la mayor duración de la PSS
penalizaba a los objetores y que se trataba de un trabajo esclavo que eliminaba puestos de trabajo.
Para ellos, el objetivo debía ser la desaparición total del servicio militar. Con la renuncia a la
amnistía, volvían a ser llamados a filas. Cuando esto ocurrió, se declararon insumisos.
El primer juicio militar contra insumisos se celebró el 16 de noviembre de 1989 y en ese año se
produjeron las primeras condenas de cárcel que los insumisos cumplieron en cárceles militares. En
1991, los casos de insumisión al servicio militar pasaron a la jurisdicción civil. Si el Código Penal
Militar fijaba la pena mínima para los insumisos a la mili en un año de prisión, el Código Civil
establecía unas penas más altas para ambos tipos de insumisión: de dos años, cuatro meses y un
día hasta seis años. En 1995 se aprueba un nuevo Código Penal que mantiene las condenas de
cárcel.
Al año siguiente, el nuevo Gobierno de Aznar anuncia la profesionalización de las Fuerzas Armadas.
El último reemplazo de la mili dejará los cuarteles en diciembre de 2001. Poco después, el Ejecutivo
se ve forzado a reformar el Código Penal y el Código Penal Militar para eliminar los delitos
relacionados con la insumisión: se produce una amnistía para cerca de 4.000 insumisos procesados
y unos 20 insumisos en los cuarteles.
Tras aquellos años dorados, el movimiento antimilitarista sigue trabajando en la desmilitarización
de la sociedad en frentes como las movilizaciones contra las guerras, la desobediencia al gasto
militar, el desmantelamiento de las instalaciones militares y su reconversión a uso civil o las nuevas
luchas contra la OTAN. Y lo hace en un contexto en el que la existencia de un Ejército profesional
intenta ser vendido y legitimado como una opción laboral más, como una ONG vestida de caqui,
indica el movimiento. Parafraseando algo que los antimilitaristas decían no hace tanto tiempo: «Si
acabar con la mili fue divertido, abolir los ejércitos será un fiestón».
Diferentes estrategias
Aunque la opción más extendida fue la iniciada por el MOC, consistente en presentarse a los juicios
e ingresar en prisión, asumiendo una línea noviolenta, hubo otras estrategias. Colectivos libertarios
y autónomos como Los invisibles promovieron la «insumisión total», en la que los reclutas eran
juzgados en rebeldía. Los Mili KK y el grupo Kakitzak, uno de los más representativos de Euskal
Herria, como los anteriores, evitaron inscribirse en la noviolencia, aunque todas sus acciones lo
eran. En los últimos años, el MOC lanzó la campaña Insumisión en los Cuarteles.

www.rebelion.org 20/02/09

F. MENDIOLA Y M. NOGUERAS, MIEMBROS DEL MOC Y EX INSUMISOS

Jara Calvo / Pamplona-Iruña

Fernando Mendiola y Manolo Nogueras vivieron la campaña de insumisión en Pamplona y en Zaragoza, respectivamente. Ambos pasaron por la cárcel.

DIAGONAL: Cuando se acerca el fin de la mili se pone en marcha la campaña Insumisión en los Cuarteles. ¿Cómo valoráis esa estrategia?

FERNANDO MENDIOLA: Uno de los motivos del éxito de la campaña de insumisión en Navarra fue el uso de la cárcel como una herramienta política clara. Fuimos a la cárcel, allí desobedecimos, estaba muy claro que los presos éramos un altavoz. La cárcel era un continuo hervidero, y eso hizo que fuese a más.

MANOLO NOGUERAS: Pensando que esa estrategia había funcionado, creímos que también podía hacerlo en los cuarteles. ¿Qué sucede? Que no tuvo la repercusión que podía haber tenido porque el marco era distinto. Los objetivos estaban por cumplir. El único pecado igual fue, quizás, ser demasiado ambiciosos.

D.: Durante esa época hubo una capacidad de movilización que se fue diluyendo. ¿Pensáis que se podía haber mantenido esa tensión?

M.N.: Difícilmente, porque pocas veces se encuentra un objetivo tan claro como el fin del servicio militar obligatorio y vas y, encima, ganas. Es difícil mantener el nivel de tensión. Las cosas, además, no se pueden reproducir.

F.M.: En parte, estaba cantado que iba a pasar. Llegó el fin de la mili y muchos grupos, sobre todo en Pamplona, acusaron un agotamiento por la campaña.

M.N.: No hay que desdeñar el papel de la represión. En mi grupo estuvimos todos presos.

F.M.: En ese momento perdimos mucha fuerza porque la gente necesitaba un respiro. Igual era la ocasión de haber trabajado de una forma más estratégica, de mantener los contactos, el colchón social…

D.: ¿Se quedaron muchas cosas en el tintero?

F.M.: En Euskal Herria no fuimos capaces de hacer una lectura antimilitarista del conflicto. Teníamos recetas para todos menos para nosotros. Teníamos muy presente el valor del consenso y pensábamos que era muy positivo sacar adelante el mensaje antimilitarista y una práctica desmilitarizadora como la insumisión. Por eso se trabajó con mucha gente con la que teníamos diferencias, pensando que ese trabajo en común era positivo y que estaba también desmilitarizando la sociedad y el propio conflicto.

D.: ¿Qué supuso la campaña de insumisión en el recorrido de los movimientos sociales?

M.N.: La certeza de que se puede ganar. Saber que has dado con una herramienta que funciona. Claro que reunía condiciones que es difícil volver a encontrar.

F.M.: Los movimientos sociales estaban en ese momento muy vinculados a partidos políticos. Éste fue un movimiento autónomo, sin jerarquías, con una estrategia pública que proporcionó mucha frescura, y la idea de que la desobediencia bien trabajada no es una varita mágica, pero puede dar sus frutos.

F.M.: En Navarra, la insumisión tuvo una repercusión especial, porque, tradicionalmente, el antimilitarismo había tenido mucha fuerza, fue de los pocos sitios donde salió ‘no’ a la OTAN, había un componente nacional que hacía que hubiese un mayor número de insumisos… Y a esto se sumó que es donde más represión hubo. Aquí se juzgó a todo el mundo. Estamos hablando de unos mil insumisos. Había pueblos en los que nadie iba a la mili, sobre todo en la zona de montaña. Hubo valles totalmente insumisos. En los grupos antimilitaristas se trabajó bastante ese mundo rural. Además, influye el tema identitario, son zonas euskaldunes…El discurso del MOC nunca ha sido ése, pero sería absurdo negar que en la base del éxito en ciertas zonas está el componente identitario.

M.N.: Las redes sociales actuaban ahí de una manera multiplicadora. Si a éste lo reprimen, pues no vamos nadie. Aquí el tejido social es más rico y entonces era aún más rico.

D.: La insumisión formaba parte del movimiento antimilitarista con unos objetivos más generales. ¿Qué errores se dieron para que la capacidad movilizadora no se mantuviera en torno a esos objetivos?

F.M.: En ese momento de transición quizás deberíamos haber hecho un trabajo más de estrategia, de atar contactos…

M.N.: Sabíamos que lo de la mili era uno de los objetivos del movimiento antimilitarista y que cuando eso concluyera, con una victoria que, en el último tramo, parecía cantada, deberíamos haber previsto aquella desmovilización tan grande. Pero tampoco supimos prever el éxito. F.M.: Se decía que sólo hablábamos de la mili, pero no se tiene en cuenta que cuando más se habló de gasto militar, de educación para la paz, de objeción fiscal… fue cuando hubo insumisos en la cárcel. Se utilizó la represión para dar ese mensaje global que nunca estuvo más presente en la calle que entonces.

D.: ¿En torno a qué se ha reconfigurado el movimiento hoy?

M.N.: A vista de pájaro, si tuviera que agrupar a los antimilitaristas hoy, lo haría en torno al MOC. Lo que pasa es que ahora las tendencias antimilitaristas están presentes en un montón de grupos locales que trabajan temas de lo más variado, cosa que antes no pasaba. Ha pasado a ser un tema transversal. No voy a pecar de optimismo y decir que se ha impregnado todo, pero sí es cierto que hay valores que están en muchos más sitios, como el método de trabajo, lo antimilitar como valor descriptivo de cualquier grupo del movimiento alternativo…

F.M.: Tampoco la desobediencia civil es una varita mágica. Si se ha incorporado a muchas estrategias de lucha es por la presencia pública que tuvo con la insumisión.

Publicado en Diagonal web nº 96   www.diagonalperiodico.net

Pat Magee y Jo Berry: Ex voluntario del IRA e hija de un parlamentario británico muerto en atentado

Tomaron vuelos separados en Belfast y Manchester, aunque llegaron en el mismo avión a Euskal
Herria. La metáfora de dos vidas que, partiendo de puntos opuestos, hallan un espacio de
encuentro. Magee, voluntario del IRA, realizó el atentado de Brighton (1984). Murieron cinco
personas. Una era el parlamentario «torie» Anthony Berry, padre de Joe.

Han concatenado unas cuantas entrevistas, sin apenas tiempo de pisar suelo en Donostia. Lo más
fácil sería echarle la culpa a la BBC, que narró sus vidas en uno de los muchos documentales que
ha dedicado al proceso de paz irlandés. Lo cierto es que el interés de los periodistas, por lo que
nos toca, es más egoísta. Miramos hacia el norte pero el espejo nos rebota una imagen
caleidoscópica porque, como en Irlanda, en Euskal Herria el sufrimiento no tiene uno sino mil
rostros.

Dice Joe que «cuando le pones cara al ‘enemigo’ y aceptas que todos tenemos derecho a ser
oídos aparece siempre el ser humano» y Pat apunta que «nunca me negaría a hablar con nadie, y
menos con aquel que ha sufrido por nuestra lucha; ningún republicano lo haría, porque para
superar el conflicto debe haber un diálogo que no excluya a nadie».
Brighton.

12 de octubre de 1984. ¿Cómo abordan cada uno de ustedes el regreso a esa jornada?
¿Hasta qué punto su encuentro ha transformado sus vivencias de aquel atentado?

Pat MAGEE: Hay muchas cosas sobre ese día sobre las que no podemos hablar. Tanto Joe como
yo intentamos ser francos, pero todo el aspecto operacional no se toca. Por mi parte, he de decir
que la percibo como lo que era: una operación importante, en el contexto de una campaña del
IRA. Eso no quiere decir que no emplee toda la sensibilidad que requiere el hablar con la hija de
una persona que murió en el ataque contra el Congreso del Partido Conservador británico en
Brighton.
Jo BERRY: Una parte de mí puede acordarse de ese día como si fuera ayer, pero otra parte mira
ya el recorrido que hemos hecho; yo primero, y luego con Pat. Perdí a mi padre de una de las
formas más horribles que se pueda imaginar y siento esa pérdida, pero también sé que estoy
transformando ese sentimiento, lo que no quiere decir que esté curada del dolor.
[Pat Magee fue detenido y condenado a cadena perpetua por aquel atentado. En total, en su vida
ha pasado 17 años de cárcel e internamiento. Salió en libertad en 1999, merced a los acuerdos de
paz, y en 2000 se encontró por vez primera con Jo Berry]

¿Qué hizo posible que no se dieran la espalda a los cinco minutos de verse y que, al contrario, hablaran tres horas seguidas en su primer encuentro?

J.B: En mi interior había hecho ya un proceso de reconstrucción y estaba preparada para abordar
esa fase, ese encuentro. ¿Cómo conseguimos que, aun con esa preparación anterior, con ese
nuevo clima de proceso de paz, no saltase todo por los aires nada más vernos? Me ayudó mucho
la actitud abierta de Pat de oír mi historia y de abrir espacio al diálogo.

P.M: No fue difícil aceptar el mantener ese primer encuentro, lo que no quiere decir que el
encuentro en sí no fuera difícil. Soy republicano, y debo estar dispuesto a hablar con cualquiera
que esté dispuesto a hacerlo conmigo, también con la persona a la que ha dañado mi compromiso
político. Mi única duda era si nuestro encuentro sería positivo o sería de enfrentamiento. Esto
segundo no lo habría aceptado. Afortunadamente abrimos un camino.

Para la familia de la persona que muere en un atentado, como usted, señora Barry, todo
empieza en un día concreto, como ese 12 de octubre en Brighton; para usted, señor Magee, ese día tiene en realidad su comienzo mucho antes, en la vivencia de la opresión política, del internamiento, con el alistamiento en el IRA… ¿Cómo se abre paso el diálogo partiendo de vivencias tan diferentes?

P.M: Me uní al IRA con 20 años, en el 72. Aunque nací en Belfast, viví la niñez en Londres y mi
vuelta, en el 71, coincidió con la política de internamiento. En esa época, tanto desde el punto de
vista de mi pensamiento como de mi temperamento, me habría definido como un joven pacifista.
Al ver la realidad cotidiana de una ciudad, un país, una comunidad reprimida y que estaba
resistiendo a una ocupación, me dije ‘quiero ser parte de esa resistencia’. Y me alisté en el IRA.
Básicamente me definiría como un republicano activo desde entonces y hasta que dejé la cárcel en
1999. A mi salida, tras diecisiete años, no me incorporé al movimiento activamente, pero sigo
siendo republicano y apoyo incondicionalmente a Sinn Féin y a su estrategia de búsqueda de la
paz. Creo que lo que estoy haciendo con Joe y también con otras víctimas es otra forma de
contribución a esa causa en la que creo.

¿Ayuda o no lo suficiente explicar y escuchar las razones y el contexto de esa lucha?

J.B: Ayudan muchas cosas. Ha sido importante para mí escuchar a otras víctimas, vivir sus
experiencias, y encontrar junto a ellas un lugar en el que sentirme segura para mostrar mis
sentimientos pero también para responsabilizarme de lo que implica ese viaje al que se refiere. Al
principio no podía contar a nadie lo que estaba haciendo, no hablé hasta que pasaron diez meses
de nuestras primeras conversaciones. Tampoco Pat.

¿Es difícil hacer comprender a otras personas que para hacer el viaje que han realizado han optado por retirar de la maleta lastres como la exigencia del perdón y el arrepentimiento?

J.B: Para mí, el perdón es una palabra muy difícil de usar, porque da a entender que hay un
enemigo. De lo que se trata es de comprender y eso te lleva a acabar pensando que si te llega a
haber tocado vivir la vida del otro, seguramente habrías tomado sus mismas decisiones u otras
muy parecidas.
P.M: Desde 2000 a ahora han cambiado muchas cosas. Hoy se entiende que hay que trabajar el
legado del pasado. He hablado con mis antiguos camaradas, mis compañeros, y me he sentido
apoyado por ellos y por la mayoría de la gente corriente. Han surgido voces que dicen que es
prematuro, que no es el momento de hablar de esto… pero la mayoría no piensa eso.
Las personas que han sufrido situaciones de conflicto, que han padecido sufrimiento, son especialmente vulnerables a la manipulación. ¿Evitan ustedes gestos que les conviertan en fetiches mediáticos o políticos?

P.B: Me entenderá si le digo que no confío en los medios británicos. Esa desconfianza se basa en
una larga historia de manipulaciones. Sin embargo, en mi caso me confié al equipo de la BBC con
el que hablamos por primera vez. Creo que en general no se ha manipulado la historia, lo que no
quiere decir que algunas personas no hagan juicios adversos sobre nosotros.

¿Establecer redes y asociaciones ayuda o también tiene riesgos para quienes han padecido de un modo u otro el conflicto?

P.M: ¡Son tantas y tan distintas las asociaciones! Hay más de 40 en Irlanda del Norte, y la
mayoría son de grupos contrapuestos, hostiles entre sí. Se ha tendido a hacer jerarquías de
víctimas, y eso no ayuda a avanzar. Mi planteamiento es que en esto, como en cualquier otro
aspecto del proceso, no se puede excluir a nadie. Razones y sinrazones las tenemos todos. Si
vamos a trabajar con el legado del pasado, lo hemos de hacer de una forma incluyente.

¿Cuál es el lugar que ocupan las víctimas en la resolución de un conflicto y cuál es el papel que no deberían jugar nunca?

P.M: Cada proceso es distinto, y no podemos aportar respuestas cuando nosotros tenemos tantos
interrogantes. Si podemos decir algo es que nuestra experiencia se orienta a la reconciliación, no,
como he dicho, a poner a unos u otros por encima, y hacer eso implica, respetar.

¿Qué mensaje quieren transmitir en esta visita a un país como Euskal Herria que trata, no sin dificultades, de construir un escenario de democracia y paz?

P.M: No traemos recetas, pero pensamos que a la gente le puede venir bien conocer nuestra
historia. Cada país, cada proceso es diferente, sólo podemos contar nuestro viaje, y esperar que
ayude a alguien…
J.B: Tendemos a clasificar a las personas. Hay que intentar trascender a eso, sólo así podremos
ver que ése al que dibujan como nuestro enemigo es una persona que tiene su dignidad. Todos
merecen ser oídos. En nuestro caso comprender eso ha sido fundamental.

Gara  7 noviembre 2006


V Jornadas de Noviolencia Activa de Donosti – Lunes.6 de noviembre de 2006 – 2 comentario(s)

 

Tomado de Acompaz

«Estoy dispuesto a oír tu dolor y tu indignación»

GENOVEVA GASTAMINZA (EL PAIS)

La reconciliación entre la hija de un diputado ’tory’ y el militante del IRA que le asesinó

Ella se animó para su primera cita pensando que él tendría más miedo al encuentroReconocen que la suya es una experiencia muy singular, pero se niegan a admitir que sea la única. En cualquier caso, es extraordinaria. Jo Berry es hija de sir Anthony Berry, miembro del Parlamento británico que fue asesinado junto a otras cuatro personas en 1984, durante el congreso que celebraba el Partido Conservador de Margaret Thatcher en el Gran Hotel de Brighton. Pat Magee es miembro de la célula del IRA que colocó la bomba. Ambos mantienen un contacto regular desde hace seis años, poco después de que Magee, que cumplía cadena perpetua por el atentado, fuese excarcelado tras los acuerdos de paz en el Ulster.

La iniciativa fue de Jo Berry, una joven lectora de Gandhi a quien el impacto del asesinato de su padre situó en una encrucijada cuando tenía 27 años. «Pensé que tenía dos opciones. Seguir la de la no violencia, que me salía del corazón, o la otra más normal. Opté sin dudar por la primera», explica Berry. Pero antes de llegar a la experiencia de su reconocimiento mutuo -hoy la relatarán en San Sebastián, como plato fuerte de las quintas Jornadas de No Violencia Activa que organiza la asociación vasca Bidea Helburu, defensora de la no violencia y el diálogo para la solución de conflictos-, Berry recorrió un largo camino que le llevó a crear la organización Construyendo Puentes de Paz para tratar de extender proyectos de paz en distintas zonas del mundo en conflicto.

«Quería encontrar un punto positivo en la tragedia que me había ocurrido», rememora Berry. Por eso, un año después del asesinato de su padre, fue a Irlanda del Norte a «escuchar historias» de gentes de la comunidad republicana. Por ejemplo, lo que significa tener el Ejército británico en las calles, o experiencias en las prisiones. «Empecé a comprender por qué se había matado a mi padre, y encontré que en Irlanda del Norte la gente tenía mucho deseo de oír mi historia, y en Inglaterra no tenían interés», explica.

El encuentro con Pat Magee no fue casual, sino trabajado con insistencia desde personas cercanas a ambos. Jo Berry recuerda que, de todos modos, se produjo cuando «ya estaba curado algo» de su dolor y tenía la impresión de que «podía sacar algo» de sí. Por parte de Magee existía la preocupación de que pudieran enfrentarse, pero sus temores se disiparon cuando le aseguraron que Berry sólo quería hablar con él y conocer sus motivos. «Aunque ahora no soy miembro del movimiento republicano, me considero republicano, y el que me encuentre con Jo y otras víctimas es una contribución al proceso de paz [de Irlanda], en el que hace falta una reconciliación», señala.

¿Y cómo fue el primer encuentro? Berry describe con detalle el estado de ánimo «terrible» con que cruzó en el ferry para ir a Irlanda. Y recuerda que se consoló pensando: «Pat tendrá más miedo que yo de encontrarnos». La cita duró tres horas. «La primera hora y media Pat tenía puesto su sombrero político, que yo conocía bien», relata Berry. Después de transcurrido ese tiempo de conversación, Pat Magee confesó a su interlocutora: «No sé qué decir. Nunca he estado delante de alguien con la dignidad que tú tienes. Estoy dispuesto a oír tu dolor y tu indignación».

«Fue un momento impresionante, porque estábamos empezando otro viaje. Éramos dos seres humanos vulnerables compartiendo nuestras experiencias. Le conté muchas cosas de mi padre, que era un ser humano muy dispuesto a hablar, cosa que era para mí muy importante». ¿Y cuál fue la utilidad de esta experiencia? Berry lo explica así: «Hoy me doy cuenta de que, si me hubiese tocado vivir en la piel de Pat, hubiese podido tener su propia experiencia. Pero sólo me di cuenta de eso al escucharle y al sentir empatía, un sentimiento que también he experimentado al hablar con ex militantes republicanos y constatar el mito que lleva dentro el definir a alguien como enemigo».

Pat, por su parte, explica que el primer paso que hay que dar para entenderse es «reconocer». Y valora, en este sentido, la importancia del testimonio de Berry cuando ésta afirma que «ha llegado a darse cuenta de que, si estuviera en la misma piel y con la misma vida que otro, probablemente hubiera tomado las mismas opciones». Magee cree que es clave «respetar la integridad y la posición del otro», porque no hay blanco y negro en los conflictos.

En este punto Jo Berry interviene para precisar a Magee: «Hay que respetar la actitud del otro, pero no aceptar la violencia. Yo he hablado con muchos hombres que han matado y coinciden en que lo han hecho porque se han sentido no escuchados. Yo intentaba crear más recursos, más capacidad de escuchar. Creo que la violencia nunca da resultados, que es muy fácil que una víctima sea un victimario, y así el círculo se pone a rodar. Me apasiona conocer las raíces del terrorismo y de la guerra. Así es como siento curación dentro de mí».

Sin embargo, Pat Magee no abomina de la lucha armada, incluso delante de una víctima de ella. Y tampoco admite la contradicción que supone esto con el hecho de reconocer el mal que ha causado, algo que sí acepta. «Cuando estás cara a cara con alguien a quien has dañado, se abre una nueva dimensión, y uno se da cuenta de la pérdida que ha causado y de que también ha perdido una parte de sí mismo y de su humanidad», asegura. Pero, a la vez, insiste en que cree que en circunstancias extremas la lucha armada «está justificada». «Nadie en su sano juicio elegiría la violencia como primera opción».

¿Quizás por eso no hablan de perdón en su discurso habitual? Jo Berry asegura que trata de evitar el uso de esta palabra por sus «connotaciones cristianas». «Me alejo de eso. Quiero hablar de experiencias humanas y no de experiencias cristianas», precisa.

Por su parte, Magee lo explica así: «Nunca he pedido perdón por mis acciones. Lo que pido es que se comprendan, pero no por mí. Si entendemos lo que provocó esos 30 años de violencia [en Irlanda del Norte], quizás puedan surgir otras opciones. He dicho lo siento, pero no es pedir perdón. Nunca le diría a Jo ’perdóname’, porque me doy cuenta de que no puedo deshacer el mal causado. Eso sí, soy consciente de que mi humanidad ha descendido por haber destruido una vida humana».

 

ENTREVISTA  CON GINN FOURIE

Esta fisioterapeuta es símbolo de la reconciliación en Suráfrica

Ginn Fourie saluda a desconocidos en la calle donde nos encontramos. Jóvenes negros. Como si buscara hacerles saber que importan, que los ve, que los reconoce. «¿Ves lo sorprendidos que se quedan? Todo el mundo habla de la violencia contra mujeres y niños, ¿pero qué pasa con los hombres?». Poco después enseña un estudio sobre varones surafricanos bajo abuso. Violencia, opresión, racismo. Palabras que se han hecho importantes para Fourie desde hace ahora 15 años. En 1993 era profesora de fisioterapia en la Universidad de Ciudad del Cabo, casada y con dos hijos. Una vida placentera. Un mundo aparte del de Letlapa Mphahlele, líder antiapartheid. Éste ordenó atentar contra la taberna donde Lyndi Fourie celebraba el fin de sus estudios de ingeniería civil. Cayó abatida.

 

Para Ginn, su madre, 1994 inició un proceso que la llevó del ansia de venganza al perdón y, después, a la reconciliación. Fourie y Mphahlele trabajan ahora juntos en una fundación por el diálogo interracial y la rehabilitación de excombatientes. Historia surafricana, triste, generosa, positiva. Ginn elige el restaurante ante el monumento a Cecil Rhodes, colonizador brutal. Elección meditada: «Sirve para recordar nuestra historia».

Cristiana, Ginn quiso perdonar. Los tres hombres detenidos por el atentado fueron condenados a 25 años de cárcel. Fourie inició su proceso de comprensión, «de la psique del oprimido, de cómo puede llevarlo a la violencia». Y también de comprensión del perdón, «un proceso por el que se abandona por principios el justificado derecho de venganza; las emociones llegan después, la alegría, también regresa». En 1998, Ginn, apenas salida del hospital en lucha contra un cáncer, se enfrentó de nuevo a los tres, en la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Habían solicitado amnistía. «Les dije que habían matado a una aliada». «Me dijeron que llevarían mi mensaje a sus comunidades y vi cómo ellos mismos se ponían las esposas, una imagen simbólica muy dura». Mujer de sonrisa cálida, con una cierta picardía, se emociona un poco durante la charla. Pero no dura la emoción. La sacude a un lado, «la alegría también regresa», sonríe y pregunta si podemos tomar postre.

Mphahlele no compareció ante la Comisión. Publicó un libro y en la presentación, en 2002, apareció Ginn, batalladora. Quedaron en verse en privado e iniciaron un diálogo que llega hasta el presente, hasta el trabajo en su fundación. Él dice que Ginn le ha dado el mayor regalo que un ser humano puede dar a otro, el del perdón. La considera un símbolo nacional. Ella asistió a la ceremonia de bienvenida prevista en su pueblo, en Limpopo, zona rural pobre. Allí, ella pidió perdón por la esclavitud, el colonialismo y el apartheid. Y ahora inquiere: «¿Qué sienten los españoles sobre lo que hicieron sus antepasados en Suramérica?».

Su marido no comparte sus ideales. «Pero si puedo perdonar a los asesinos de mi hija, ¿cómo no puedo perdonar a mi marido?», añade. Siguen juntos, dialogando.

LALI CAMBRA 16/02/2009 El País.es

http://www.elpais.com/articulo/ultima/perdon/pone/fin/derecho/justificado/venganza/elpepiult/20090216elpepiult_1/Tes

 

 14 Feb 2009Versión íntegra de la entrevista a Aaron Barnea aparecida en Público el 14-2-almodovarAaron frente al Ministerio de Defensa en Tel Aviv

Una mirada superficial parece indicarnos que no hay nada entre israelíes y palestinos que escape a la espiral de terror y desesperación. Pero siempre hay destellos de algo distinto. Se trata de darles valor y espacio. Impregnarse de la profunda fuerza que late en ellos por ínfimos y frágiles que parezcan al lado de los proyectiles. Aaron Barnea perdió a su hijo Noam en el Líbano en 1999. Cuando murió, le faltaban sólo 5 días para acabar el servicio militar. En su uniforme encontraron la insignia del Movimiento de las Cuatro Madres que reclamaba la retirada del ejército israelí del Líbano. Desde entonces Aaron participa en el Foro de Familias, una organización que reúne a familias israelíes y palestinas que transforman el dolor por la pérdida de un ser querido en acciones por la reconciliación. Que desafía a la fatalidad sin reproducirla.

Háblanos sobre el Foro de Familias(1)

Los orígenes del Foro están en el año 94. Entonces, un joven, un soldado de 19 años que se llamaba Arik Frankenthal, fue capturado por un grupo de Hamas mientras hacía auto-stop. Su familia era muy religiosa, cumplían el perfil de lo que llamamos aquí “el religioso nacional”: los que van con los sombrerillos tejidos (kippa), se suelen identificar como gente cercana a los que viven en los asentamientos y mantienen posiciones muy radicales sobre la solución al conflicto. Durante los siete días de duelo tradicionales judíos, su padre, Yitzhak Frankenthal, recibe la visita de un pequeño grupo llamado “Víctimas del Terrorismo”. Son familiares de asesinados en acciones terroristas palestinas y cada vez que sucede algo se manifiestan exigiendo mano dura, venganza, nada de tregua, etc. Pero Yitzhak les dijo: “señores, ustedes no me representan. Nada me va a devolver a mi hijo. No me voy a consolar sabiendo que más familias palestinas lloran a sus hijos, la violencia sólo engendra violencia y lo que tenemos que hacer es apoyar el Acuerdo de Paz”. En el año 94 estábamos en el ápice de lo que se llamó el Acuerdo de Paz, el acuerdo firmado por Rabin y Arafat en Oslo. La voz de Yitzhak era nueva porque lo que predominaba entonces era el rechazo al Acuerdo, al que se oponía la derecha israelí y también Hamás. Isaac Rabin se dio cuenta inmediatamente de que ahí tenía un apoyo de mucha envergadura a su política y le abrió la posibilidad a Yitzhak de dirigirse a un público más amplio, especialmente familias israelíes que habían sufrido la muerte de un ser querido a raíz de acciones palestinas. En poco tiempo hubo unas 25 familias que se agregaron a ese llamamiento por la paz de Yitzhak. Al año siguiente asesinan a Rabin y el Acuerdo de Oslo comienza a desvanecerse.

Un punto de inflexión

Sí, también para nosotros. Hacia fines del 98, lo que era una iniciativa exclusivamente israelí decide dar un paso importante: ver si al otro lado de la frontera hay grupos palestinos, familias palestinas determinadas a adoptar la misma posición. Una posición que hable de reconciliación, de la necesidad de llegar a un acuerdo y de abandonar la violencia y el terror. Esa decisión desafiaba una opinión muy extendida en Israel que dice: “al otro lado no hay ningún interlocutor”. El grupo va a Gaza y descubre a muchas familias dispuestas a adoptar la misma actitud. Comienza un periodo de “dinámica de grupos” entre la gente de ambos lados y el grupo descubre que tiene en sus manos una fuerza enorme que va mucho más allá del mero apoyo al Acuerdo de Paz que ya entonces estaba esfumándose.

¿Qué fuerza es esa?

Es la fuerza de hablar al público y decir: “si personas que han perdido a sus seres queridos, personas que han pagado el precio más alto al conflicto, son capaces de hablar entre sí y llegar a un diálogo de reconciliación, entonces cualquiera puede hacerlo”. Desde ese momento la organización, que pasa a llamarse “Foro de familias-Círculo de Padres” porque se abre también a personas que han perdido a seres queridos “de primer grado”, se transforma en una organización apolítica que se dirige directamente al pueblo, a la sociedad civil, para mostrar que la reconciliación es posible.

¿Cómo es el trabajo concreto del Foro?

Nuestro mayor enemigo es la polarización. Pero aquí la polarización no es ideológica. La polarización viene de una falta de conocimiento del otro, de encuentro humano con el otro. Los medios de comunicación han jugado un papel muy importante en todo esto, porque tienen una tendencia a la simplificación, a la reducción del otro a una sola dimensión. Mientras que el encuentro personal complica la visión. ¿Y qué es lo humano si no esta complicación? Ese efecto es el que buscamos en los encuentros.

¿Encuentros de qué tipo?

Habitualmente vamos muchísimo a los colegios. Cada año visitamos más de mil clases. No va un solo conferenciante, sino dos. Un israelí y un palestino, juntos. El conferenciante abre la clase relatando su historia en primera persona y cómo se encontró con el otro en la organización. Por ejemplo, el palestino relatará qué obstáculos ha tenido que pasar ese mismo día para dar la charla, a qué hora ha tenido que levantarse para cruzar el check-point y cómo es su vida cotidiana. Es un relato individual pero que tiene una perspectiva muy amplia, porque habla de una realidad que es común a todo un pueblo. Por eso genera empatía. El efecto es increíble. Después de estar hora y media un israelí y un palestino hablando juntos, los chicos nos dicen: “por primera vez vemos el otro lado de las cosas”.

También organizamos encuentros a nivel personal en los que por ejemplo un israelí trata de recuperar su pasado y contárselo a la otra parte y al revés. O encuentros entre las familias. Se hacen generalmente cerca de Jerusalén, allí donde israelíes y palestinos podemos llegar sin problemas. Ahí se trata sobre todo de conocerse a nivel humano. Pero también realizamos entonces otro tipo de actividades: por ejemplo visitamos juntos Yad Vashem, el centro más importante en Jerusalén dedicado a la historia del holocausto. Lo hicimos juntos. Y el mismo grupo fue a visitar una de las aldeas palestinas abandonadas en el 48, en lo que los palestinos llaman la Nakba, es decir el desastre que supuso para ellos la instauración del Estado de Israel que generó el problema de los refugiados. Fuimos también juntos. Dos personas que vivieron en esa aldea y que hoy en día son miembros de nuestra organización hablaron al grupo. En esos encuentros pudimos compartir las dos narrativas, israelí y palestina.

A finales del 2002 lanzamos un programa llamado “¡Hola, Shalom! ¡Hola Salaam!” (2). Era una línea telefónica que permitía a israelíes comunicarse con palestinos y viceversa. Entrábamos en el segundo año de la Intifada y percibimos que los dos pueblos necesitaban volver a dialogar. Recibimos dinero de la UE para difundir el proyecto y resultó ser un éxito de grandes dimensiones. Más de un millón de llamadas fueron registradas por el ordenador. La experiencia fue publicada y tuvo mucha resonancia mundial. Hoy la línea existe aún pero está prácticamente silenciada, por carencia de fondos. A raíz de la guerra reciente en Gaza decidimos ofrecer al grupo de ONGs de la Paz el derecho de continuar con la línea. En caso de que eso no progrese, trataremos nuevamente de conseguir los fondos para seguir llevándola nosotros porque creemos que vuelve a cobrar importancia.

¿Qué significa ‘reconciliación’?

Reconciliación significa aceptar la existencia del otro. Aceptar la humanidad del otro. Los derechos del otro a existir. Pensar en un lugar común donde convivir que seguramente exigirá que cada una de las partes renuncie a los “grandes sueños nacionales”. Mediante la empatía personal que se genera en los encuentros vislumbramos eso, prefiguramos eso. En el caso de estos dos pueblos hay muchas posibilidades de llegar a una reconciliación porque hay muchas cosas que nos unen. Israel puede ofrecer a Palestina una perspectiva moderna y occidental al lado de casa. Por su lado, los israelíes están atados emocionalmente a la tierra palestina. No hace falta ser el propietario de esa tierra para sentirlo. Los palestinos serán los custodios de esas lugares afectivamente tan importantes para los israelíes. Hay muchas posibilidades para generar puentes.

A diferencia de otros conflictos, como en Sudáfrica, vosotros habláis de reconciliación ya, sin postergarla para después del acuerdo político.

Nosotros confiamos en la sociedad civil. Presuponemos que la sociedad civil puede incluso desarrollar fuerzas que empujen a los políticos a llegar a acuerdos. Esa es nuestra función. Hoy sabemos que además de un acuerdo de paz, elaborado y firmado por los políticos, va a ser necesario un proceso de reconciliación. No una acción puntual, sólo por arriba, sino un proceso social. Nuestra misión es catalizar ese proceso, tratar de desencadenarlo con nuestro ejemplo, producir una ruptura emocional.

¿Qué significa eso?

Amos Oz nos explicó lo que quería decir con un ejemplo: cuando el presidente egipcio Anwar Shadat llegó a Israel un día memorable de 1977, para la población israelí era completamente impensable cualquier perspectiva de paz con Egipto. Pero Shadat llegó con un mensaje tan claro de paz y una disposición de tanta apertura que desarmó totalmente a la población. Fue increíble porque en cuestión de horas se generó en Israel una ola multitudinaria e imprevista de apoyo al movimiento de paz. Amos Oz nos dijo que cuando nosotros generábamos ese efecto en la gente, porque descubre de golpe que existe un palestino que es un ser humano, no una imagen estereotipada y unidimensional, inhumana, sino algo mucho más amplio. Lo que nosotros hacemos en los encuentros que generamos es humanizar al otro. Y el otro es en el caso de Israel es el palestino y en el caso de Palestina, es Israel. Esa es nuestra función.

¿Vuestra organización tiene algún color político?

Nuestra actitud es apolítica. ¿En qué sentido? Nosotros no entramos a dar soluciones sobre los diferentes temas que están sobre el tapete político: ¿cuál tiene que ser el futuro de Jerusalén? ¿Cómo debe resolverse el tema de los refugiados? Por el contrario, nosotros decimos que aceptaremos cualquier acuerdo político al que los políticos lleguen siempre y cuando sea de manera abierta, democrática, mediante el diálogo y la negociación. A nivel individual pensamos diferente sobre los diferentes temas: dentro de la organización la mayoría abrumadora se considera sionista, pero nadie pone en tela de juicio ni por un momento el derecho de los palestinos a tener su estado. Y creemos que ambas realidades son perfectamente compatibles. En todo caso, a nivel de organización no entramos a un análisis de las diferentes soluciones posibles. Nuestra función es hablar al pueblo con nuestro ejemplo. Y es precisamente porque no tenemos una actitud política por lo que podemos hablar en los colegios, que de otra manera serían mucho más cautos con nosotros. Una actitud apolítica nos permite una apertura mucho más amplia. A nivel más general, se nos ubica en el movimiento por la paz, que aquí está muy vinculado a la izquierda israelí.

Vuestra respuesta personal a la terrible violencia que habéis sufrido tan directamente no parece normal, ¿acaso sois gente excepcional?

Cada uno de nosotros pasó el trauma más grande que se puede pasar: la muerte violenta de un ser querido. En mi caso, mi hijo Noam. Su muerte me sacudió hasta la médula. Pensé que era el final de mi vida. Al principio lo que me sacó de la desesperación fue un sentido de responsabilidad hacia mis otros hijos. Y después la certeza de que mi experiencia me daba una voz y una fuerza que me permitía hablar en favor de la paz. Ninguno de nosotros se considera un santo, Ghandi ni nada de eso. Uno siempre puede preguntarse: “¿reaccionando con odio qué es lo que obtengo?” Mucha gente considera que la pérdida de un hijo impide hacerse esas preguntas. Pero no es nuestro caso. Yo he perdido a un hijo, pero no he perdido la cabeza.

Una última palabra tras las elecciones recientes

Busco la palabra más expresiva para describir lo que siento un día después de las elecciones: me siento aplastado. Pero no vencido. ¿De dónde sacar energías para continuar? Tengo la certeza de que para Israel la paz es una necesidad existencial. Seguiremos buscando aperturas, enfrentando a ambas partes con la humanidad del otro, dándole nombre y apellido, biografía y anhelos. Ahora será más difícil y por ello seguramente más importante.

1. http://www.theparentscircle.org/

2. http://www.theparentscircle.org/Activities.asp?sivug_id=2

 

Ynetnews

Traducción y notas: Octavio Hernández, para Canarias-semanal.com y Rebelión

Nota del traductor: La Carta Abierta de Noa a los palestinos obtuvo la respuesta en Israel del
director de cine Udi Aloni, hijo del activista israelí pacifista y de izquierdas Shulamit Aloni y creador
de la película”;Unforgivenes”;, que puede traducirse como redención o perdón, un film
de 2006 con poca difusión que ha sido proyectado en el estado español por organizaciones de
solidaridad con Palestina. La cinta es un diálogo entre pasado y presente y se retrotrae a la
masacre sionista de la aldea palestina de Deir Yassin en 1948, perpetrada por el grupo terrorista
israelí Irgun Zvai Leumi. Cabe recordar que el jefe de operaciones de este grupo sanguinario fue
Eitan Livni, padre de la actual ministra de exteriores de Israel, Tzipi Livni (algo así como si Soraya
Sáenz de Santamaría llegara a ministra con el PP).
Noa ha sido seleccionada por Israel para cantar a la coexistencia en el festival de
Eurovisión 2009, se supone que acompañada de una cantante árabe, Mira Awad, a la que ya se ha
pedido que renuncie a semejante despropósito.
:

Contestando a Noa

(por Udi Aloni, 9 de enero de 2009, ynetnews)

Estimada Achinoam Nini (N.T.: en adelante, Noa)

He elegido contestarte, y no a la extrema derecha en su conjunto, porque creo que la traición del
pacifismo, en este momento más que en otros, excede mil veces en daño al de la derecha. La
facilidad con que el pacifismo pasa de largo sobre los rugidos de la guerra dificulta la creación de
un movimiento significativo capaz de ofrecer una verdadera resistencia a la ocupación.

Rayas tus ojos, empleas tus cariñosas palabras al servicio de tu pueblo conquistador y llamas con
voz tierna a los palestinos a rendirse. Concedes a Israel el papel de libertador. A Israel, que durante más de 60 años ha estado ocupándolos y humillándolos. Escribes: ¡Sé dónde está su
corazón! Está donde está el mío, con mis hijos, con la tierra, con el cielo, con la música, con la
esperanza!. Pero Noa, a ellos les quitamos la tierra y los encerramos en un gueto llamado
Gaza.

Hemos cubierto sus cielos con cazas, elevándonos como ángeles del infierno y repartiendo muerte
arbitrariamente. ¿De qué esperanza hablas? Acabamos con cualquier posibilidad de moderación y
convivencia desde el momento en que les hurtamos la tierra mientras nos sentábamos con ellos en
las mesas de negociación. Puede que hayamos hablado de paz, pero en realidad los estábamos
saqueando. Ellos querían la tierra que les concedía el derecho internacional, y nosotros hablábamos
en nombre de Jehová.

¿Hacia dónde se supone que ha de volverse el pueblo de Gaza, si hemos pisoteado el derecho
internacional y el resto del mundo ilustrado ignora su grito? Cuando la ilustración falla y la
moderación es vista como una debilidad, el fanatismo religioso conduce a una sensación de
poderío. A lo mejor si mentalmente te pusieras en el lugar de los sitiados de Masada(N.T.: fortaleza
hebrea sitiada por las legiones romanas), podrías hacerte una mejor idea de qué está pasando en
Gaza.

Los que no son seguidores en Gaza encuentran difícil hablar contra Hamas, cuando su gueto está
siendo bombardeado noche y día. Probablemente dirás que no los bombardearíamos si ellos
dejaran de dispararnos, pero ellos disparan porque están luchando por algo más que vivir en
una cárcel llamada Gaza. Están luchando por el derecho a vivir como ciudadanos libres en un país
independiente, exactamente igual que hacemos nosotros.

Escribes:” Yo sé que en el fondo de sus corazones ustedes desean la derrota de la bestia
llamada Hamas que los ha aterrorizado y asesinado, que ha convertido a Gaza en un estercolero de
pobreza, enfermedad y miseria”. Pero Hamas no es el monstruo, mi querida Noa. Es el hijo del
monstruo.

La ocupación israelí es el monstruo. Es la única responsable de la pobreza, la enfermedad y el
horror. Estábamos tan asustados con su fuerte liderazgo (N.T.: Arafat), que minaba nuestra fantasía de una Tierra de Israel, que elegimos financiar y apoyar a Hamas, esperando que con una política de divide y vencerás podríamos continuar con la ocupación para siempre; pero cuando se vuelven las tornas, tú decides culpar a la consecuencia, en vez de a la causa.

Escribes: “Sólo deseo para ustedes que Israel pueda hacer la tarea que todos sabemos que
debe ser hecha y finalmente logre librarlos de este cáncer, este virus, este monstruo llamado
fanatismo, hoy llamado Hamas. Y espero que esos asesinos hallen un resto de compasión que
todavía exista en sus corazones y dejen de usarlos a ustedes y sus hijos como escudos humanos de
sus crímenes y cobardía”. Es como si tu equivalente palestina escribiera: Esperemos que Hamas haga el trabajo, y nos libre de la Derecha.

Así que, en lugar de dar órdenes a un pueblo cuya luz de esperanza hemos extirpado
quirúrgicamente, podrías ayudar a tus hermanos y hermanas a librarse de la ocupación, la opresión
y el arrogante colonialismo infligidos por nuestro país. Sólo entonces podrías animarlos y devolver
Palestina al estado mental en que se encontraba antes de que los arrinconáramos contra el muro
que construimos.

Y si tus hermanos en Palestina escogen a Hamas, tienes que respetar su elección, igual que las
naciones del mundo respetaron a Israel cuando eligió al criminal (Ariel) Sharon. Hamas es el
instrumento de lucha de los palestinos, igual que él lo fue para ustedes. De eso va la democracia.
Solamente entonces podrás compartir con tus hermanos de Palestina e Israel, como iguales, la
alegría de la tierra, el cielo y la música; sólo entonces podremos luchar juntos por la igualdad de
cada hombre y cada mujer que viva en esta sagrada tierra. Amén.