JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ CASADEVANTE
miembro de Garúa S. Coop.Mad.de relaciones ecosociales y cambio global

Hace más de tres décadas que Sabino Ormazabal iniciaba su implicación en los movimientos sociales vascos ecologistas y antimilitaristas, comprometiéndose activamente durante todo este tiempo en las estrategias de desobediencia civil y noviolencia. Pionero divulgador durante años de cuestiones ambientales en el desaparecido diario Egin, es investigador sobre la historia y
las posibles estrategias de reconocimiento de las víctimas de motivación política en el País Vasco y fue represaliado en el Macrosumario 18/98.Actualmente colabora con el grupo de trabajo Bidea Helburu, entre cuyas actividades destaca la recuperación y difusión de la historia de las experiencias de desobediencia civil en el País Vasco. Read More →

ANDRÉS KRAKENBERGER Y SABINO ORMAZABAL  / ASOCIACIÓN PRO DERECHOS HUMANOS ARGITUZ

Reiteradamente se viene debatiendo si tiene carácter político o no el encarcelamiento de determinadas personas. Aquí, en nuestro entorno inmediato, se ha argumentado que en una democracia no cabe ni el concepto de preso político ni el de víctima de violencia de motivación política. Debates conceptuales y apasionados como éstos, aun siendo importantes, nos impiden avanzar hacia una democracia en la que no se produzcan conculcaciones de derechos humanos o –al menos– que se produzcan muchas menos. Además,la pasión denota sentimiento y el sentimiento no siempre atiende a lo racional. Por tanto, pensamos  que, para poder avanzar, hay que intentar introducir en el debate un ingrediente racional.

¿Puede haber presos políticos y víctimas de violencia política en una democracia? Claro que sí. Ningún sistema de gobierno es perfecto, y la democracia tampoco lo es. A eso se refería Winston Churchill cuando afirmaba que la democracia no era el mejor de los sistemas, pero sí el menos malo. Así que, cuanto más mejoremos la democracia, menos imperfecciones tendrá; y también habrá menos casos de víctimas de violencia de motivación política, y menos presos políticos. Una democracia supuestamente tan bien reputada como la británica ha ocasionado víctimas de violencia de motivación política y presos políticos. Recuérdense si no los casos de los seis de Birmingham,los siete de Maguire y los cuatro de Guilford.

Acaso, los diferentes puntos de vista sobre lo que –en rigor– no debería pasar de ser una mera clasificación semántica de categorías penitenciarias, tengan su origen en las revoluciones burguesas contra las monarquías absolutas de origen divino,cuando mucha gente fue encarcelada por oponerse a lo que entonces era el status quo imperante. Entre los que se enfrentaban a esas monarquías absolutas había quien lo hacía utilizando pluma y papel, y había quienes optaron por las armas. Nadie discutía, no obstante, el carácter político de la reclusión que ello originaba. Se les penaba por querer un cambio. De las monarquías absolutas pasamos a las dictaduras, a las monarquías parlamentarias y a los regímenes republicanos. Regímenes, todos ellos, con mayores o menores dosis de democracia; mayores o menores índices de víctimas de violencias de motivación política, y también de presos políticos.

Conviene que las definiciones estén claras: preso de conciencia es cualquier persona encarcelada por su raza, religión, color de piel, idioma, orientación sexual o credo, siempre que no haya practicado la violencia ni abogado por ella. Tan importante, en la definición, es la motivación como el hecho de no haber practicado la violencia ni haberla defendido. Preso político es cualquier persona física a la que se mantenga en la cárcel o detenida de otra forma, por ejemplo bajo arresto, porque sus ideas supongan un desafío o una amenaza para el sistema político establecido, sea éste de la naturaleza que sea. Hay presos de conciencia que no son presos políticos: por ejemplo, en la antigua Unión Soviética se encarceló por su credo religioso a personas que no se oponían al régimen político. Hay presos políticos que no son presos de conciencia, porque en su oposición al régimen utilizaron la violencia o abogaron por ella. Nelson Mandela no practicó personalmente la violencia, pero en determinada fase de su vida abogó por ella en su programa político, lo cual le convirtió,cuando fue encarcelado, en preso político, pero no en preso de conciencia. Tampoco hay que confundir la categoría de preso político con la de político preso. Radovan Karadžic, por mucho que sus motivaciones fueran políticas, fue encarcelado por graves excesos en forma de abusos y violaciones de derechos humanos cometidos en defensa (no en contra) de un status quo político determinado,desde una posición de responsabilidad como parte de ese mismo status quo. Eso lo convirtió en un político preso, no en un preso político.

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Pedro Ibarra Güell, José Manuel Castells y Jon Gurutz Olaskoaga Profesores de la UPV-EHU,

Uno de los retos que tiene la ponencia sobre la paz y la convivencia es el de la construcción colectiva de la memoria: el relato compartido de qué es lo que ha pasado. Parece difícil lograr que surjan definiciones, explicaciones y justificaciones compartidas por todos de lo que ha pasado. Recordemos en esta línea la reciente bronca en el Parlamento tanto sobre el carácter político del conflicto y de los presos, como sobre el tema de la responsabilidad de la violencia. Dificultades analíticas a las que se añaden las contextuales. Pocas ganas tendría que tener Bildu en compartir nada frente a la sistemática, arbitraria e injusta campaña represiva del Estado. Condenas políticas, detenciones, amenazas de ilegalización, juicios políticos pendientes, inmovilismo en la política penitenciaria, etc.

En todo caso merece la pena intentarlo. Para ello no estaría mal introducir algo de racionalidad en la descripción de los hechos que deban someterse a debate de cara a lograr una genérica conformidad sobre los mismos. Racionalidad quiere decir, entre otras cosas, que no se puede negar la existencia de determinados procesos causales porque no nos gustan o porque los consideramos desacertados. Hay que reconocer cómo se desarrollaron realmente, al margen de cómo los interpreten y valoren sus protagonistas, o los afectados, o los espectadores. Con esta ingenua pretensión de enmarque analítico racional -aunque a lo mejor es solo razonable- tratemos de describir algunos acontecimientos sustanciales. En concreto los que como antes indicábamos hacen referencia a la dimensión política del conflicto y a alguna de sus consecuencias. Así lo que sigue puede ser una muestra de lo que creemos podría ser un relato compartido sobre esos hechos. Reiteramos. Es solo una parte de lo que nosotros y muchos lectores de este artículo creen que ha pasado. Pero es una parte en la que todos podrían estar de acuerdo . Y si así fuese, ese acuerdo en ese relato daría mayor consistencia a una deseable y futura convivencia.

En primer lugar, conviene recordar que un significativo grupo de presos (Otegi, por supuesto, pero también bastantes más) están en prisión porque su actividad política ha sido condenada. Se nos dirá que los tribunales han valorado negativamente esta actividad política en cuanto que la misma -dicen- favorecía a organizaciones violentas. De acuerdo. Pero además de lo profundamente injusto que pueda parecernos tal criminalización judicial, el hecho es que la Justicia reconoce que tales presos están en la cárcel por causa de su actividad política. Por tanto en este extremo hay poco que discutir. Son presos políticos. Sin más.

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