Convivir es principalmente vivir en comunidad, estableciendo pautas y normas que favorezcan la ayuda, seguridad, colaboración y cooperación necesarias para, en primer lugar, satisfacer las necesidades humanas básicas a través del trabajo y el reparto equitativo de bienes; y en segundo término, para resolver eficazmente los conflictos de relaciones que se producen en el seno de esa comunidad.
Como dice Galtung  la producción ha sido organizada de mala forma: “al nivel fundamental – suficiente comida, vestido y techo, un nivel razonable de salud, comunidad y educación- estas cinco necesidades habrían podido satisfacerse para todos. El fracaso de no satisfacerlas es evitable, lo que quiere decir que hay violencia presente”. Mientras haya manifestaciones de violencia estructural – hambre, marginación, racismo, desempleo, explotación, deuda externa, desequilibrios estructurales entre Norte/Sur, refugiados, deterioro de la naturaleza… – no puede ni haber paz ni darse las condiciones precisas para ” bien convivir ” ni entre los individuos de una sociedad entre sí, ni entre las naciones mismas.
Es importante que los estudiantes consideren con detalle los valores, la dinámica y los resultados que acompañan el uso tanto de la violencia directa como de la violencia estructural inmersa en el seno de nuestras sociedades. Y sobre todo, comprender y tomar conciencia de que la violencia no es la única, ni la más eficaz, de las maneras de afrontar los conflictos, a pesar de que esté presente como tal en nuestra sociedad y sea continuo eslogan en los medios de comunicación.
Los Derechos Humanos deben entenderse como los elementos básicos de una ciudadanía que exige una actitud de respeto hacia la dignidad de la persona en su dimensión individual y colectiva, por un lado; pero también al reconocimiento del otro y su peculiar forma de entender el mundo. Y sobre todo, como respuesta a la sociedad en continuo cambio. En este sentido, el activismo por la paz no puede entenderse como aquella educación de la ciudadanía que persigue el mantenimiento del status quo, sino, en primer lugar, contribuir a la formación de individuos sociales capaces de promover la plena vigencia de los derechos humanos en una sociedad democrática y, por otro lado, favorecer la superación de los obstáculos que se oponen a este fin. El Activismo por la Paz requiere de un verdadero aprendizaje social que permita no sólo la adquisición de los conocimientos esenciales sobre la sociedad y la mejor forma de participar en ella (aprender a vivir consigo mismo y con los demás), sino que exige también la adquisición de aquellos conocimientos y estrategias de transformación, de conducirse por nuevos valores, socialmente construidos, que respondan con creatividad a las nuevas problemáticas planteadas en el presente y en el futuro.
La Paz es un derecho humano que no puede consistir únicamente en la ausencia de conflictos armados, sino que entraña principalmente un proceso de progreso, de justicia y de respeto mutuo entre los pueblos, destinado a garantizar la edificación de una sociedad internacional en la que cada cual pueda encontrar su verdadero lugar y gozar de la parte de los recursos intelectuales y materiales del mundo que le corresponde y que, la paz fundada en la injusticia y la violación de los derechos humanos no puede ser duradera y conduce inevitablemente a la violencia.

El aprendizaje de la paz supone en efecto la adquisición de un cierto número de conocimientos, de actitudes y de valores que favorecen la apreciación y la comprensión del otro (de las diferentes culturas, comunidades y pueblos); que comprometen el conocimiento y respeto de los derechos de cada uno y de los deberes y responsabilidades que de ellos se derivan; que suscitan, en resumen, un compromiso moral y cívico para participar a la vez en la construcción de un mundo más justo y solidario que tenga en cuenta el derecho de las generaciones futuras a beneficiarse de un patrimonio natural y cultural de calidad.
La aparición de nuevas tecnologías no presenciales ha abierto la posibilidad de generar espacios participativos sobre el área de los derechos humanos, en los que la palabra, las ideas y la interacción de ideas y personas son posibles sin necesidad de una presencia física en un lugar concreto, a una hora determinada, a través del uso de las nuevas tecnologías de comunicación (video streaming, web 2.0, 3.0, etcétera) que desde “Activistas por la Paz” consideramos que pueden ser aplicadas al caso de Euskal Herria.

Adicionalmente y dado que éste es un proyecto de continuidad vivo y dinámico, consideramos que la nueva situación política abierta en nuestro territorio es una oportunidad para establecer, reforzar e incluso crear nuevas manifestaciones de diálogo entre las partes, que demuestren que más allá de los cambios políticos, existe una férrea voluntad de las personas por aportar su grano de arena de cara a conseguir una sociedad más justa, en la que tengan cabida todas las opciones políticas y la posibilidad de formar a personas que trabajen activamente por la paz, como activistas por la paz.

Cómo se enfoca la labor de “Activistas por la Paz”
Se busca posibilitar espacios de encuentro entre diferentes. Espacios donde se ejercite poder escuchar, hablar, dialogar, ceder, comprender, compartir, respetar, razonar, entender, repensar… la variedad de planteamientos que tenemos alrededor, en esa búsqueda de encontrar lo que nos une para poder convivir en paz y justicia. A ese ejercicio le denominamos cultura de paz.
Recogemos al respecto lo planteado por Ramón Alzate al recordar al presidente de Eusko Ikaskuntza, José Mª Muñoa, en el transcurso de un reciente congreso de esta entidad: “Mi opinión es que también aquí tenemos que aplicar modelos de innovación que, yendo más allá del contrato social entre ciudadanos y su ordenamiento legal, incidan en el reforzamiento de los lazos humanos que sustentan la convivencia. La paz, la verdadera paz con la que todos soñamos, sólo nacerá de una voluntad sincera de querer vivir juntos y de compartir un futuro común”.
Alzate destacaba en esas palabras “lo que nos une, no lo que nos diferencia” para la consecución de la paz que deseamos, construyendo un territorio común para la convivencia respetando la diversidad. Entendemos, con Alzate, que el camino de la paz es un proceso en construcción, no algo imaginario que llegará algún día, por lo que tenemos que cambiar todas las personas en el día a día, aprendiendo a hablar con quien piensa diferente, aprendiendo a escuchar con respeto aquello que no concuerda con lo que pensamos, aprendiendo a compartir espacios comunes con quien no piensa como nosotros, aprendiendo a tratar de entender los intereses ajenos, aprendiendo a alcanzar acuerdos finalmente.


No significa ello renunciar a una ideología o a unos ideales políticos que cada cual puede tener, supone más bien, tal y como afirma Adam Curle, primer catedrático del mundo en Investigación para la paz, que la cultura de paz se construye creando una manera no hostil de relacionarse. Empecemos, por tanto, por lo que tenemos más a nuestro alcance, dando pasos por ese camino que proponemos ser recorrido en común. Los conflictos no van a desaparecer, pero los podemos plantear y hacer frente en una dimensión más humana y creativa. Para ello hay que ejercitarse, tenemos que desarrollar en nuestro interior esa cultura de paz, tenemos que fomentar y enseñar cómo prepararnos para abordar los conflictos con esa mentalidad. Y lo vamos a hacer salpicando aquí y allá, pringando a este lado y al otro, ensayando a hacerlo.

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