La caja de resistencia BiziHotsa espera recaudar 60.000 euros para alimentos y alquileres

Las aportaciones recaudadas las redistribuirán en 15 colectivos feministas y antirracistas con necesidades muy urgentes a las que las administraciones públicas no están llegando, como mujeres y hombres migrantes.
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Imagen de uno de los bancos de alimentos de redes populares de Madrid. Sara Garchi

Necesidades básicas de alimentos y vivienda de colectivos vulnerables. Esto es lo que espera atender el crowfunding de la caja de resistencia feminista BiziHotsa que lanzarán hoy al mediodía y en la que esperan recaudar 60.000 euros.

Esta caja de resistencia para el covid-19 surge de distintos agentes sociales, colectivos feministas y antirracistas, sindicatos y redes de cooperativas vascas tras realizar un diagnóstico en el que han detectado las necesidades muy urgentes de colectivos vulnerables a las que no están llegando las administraciones vascas para cubrirlas.

Las entidades receptoras de las aportaciones son Mujeres con Voz, Malen-Etxea, Firekutzen, Mujeres Mawra, Chile Lindo, Mujeres en la diversidad, Ahizpatasuna y Amuge, que trabajan en la atención a mujeres migrantes, racializadas y trabajadoras del sector doméstico. Así como las asociaciones mixtas Asociación Afro, Koop SF34, la Caja Antirracista, Teranga, la Red Solidaria de San Fran y Agharas.

Parte del dinero también se destinará a ofrecer asesoría jurídica a personas que sufren violencia machista, para ayudar en la tramitación y recepción de subvenciones y ayudas públicas y para hacer frente a multas y castigos

Los criterios generales de selección han sido tratarse de “iniciativas democráticas y solidarias que están dando respuesta a la emergencia sanitaria, social y económica provocada por la crisis del covid-19, que cuentan con proyectos arraigados en el territorio y que trabajan en red, con un impacto directo en la dignificación de la vida de las comunidades más vulnerabilizadas y que están dando respuesta directa al colapso social, llegando a donde el entramado institucional vasco no llega”, sostienen desde BiziHotsa.

Asimismo, una parte de los fondos recaudados se destinarán al pago de una asesoría jurídica, que llevará a cabo el despacho Magala Abokatuak. BiziHotza ha contratado a este despacho “para quienes sufren violencia machista, para ayudar en la tramitación y recepción de subvenciones y ayudas públicas y para hacer frente a multas y castigos (impuestas con criterios racistas en un gran porcentaje)”, indican.

Los virus llegados de fuera han estado a punto de acabar con los pueblos originarios de la Amazonia en repetidas ocasiones. Conforme crece el número de contagiados por Covid-19 en Brasil, se palpa la preocupación de los líderes indígenas

Andy Robinson 28/04/2020

El cacique Manary (Francisco Apurinã), líder de una aldea indígena  A.R.

“Ya hay casos en Boca do Acre y tenemos mucho miedo. Estamos en cuarentena; nadie entra pero no podemos cruzar a Boca do Acre para comprar comida por el peligro de contagio”, me explicó hace tres días en una conversación por whatsapp el cacique de la aldea indígena camicua, Manary Kankyty o Francisco Apurinã.

Conocí a Manary a finales de febrero, cuando visité su pueblo en la orilla del enorme río Purús, en el estado amazónico de Acre, accesible en lancha desde el municipio de Boca de Acre a dos horas de Rio Branco.

Entonces, hablamos cara a cara del peligro que suponen para los indígenas los misioneros evangélicos, normalmente vinculados a  alguna sonriente oenegé estadounidense, que traen dogmas y enfermedades a las tierras indígenas de Acre. La madre de Manary, de ochenta y pico años, recordaba aquellos tiempos en los que el servicio de salud indígena no era responsabilidad de la organización neopentecostal Caiuá sino del pajé (chamán). “Éramos más sanos entonces”, dijo Manary mientras que una decena de jóvenes apurinã llegaba de la recolecta de frutos silvestres.

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La excepcionalidad ofrece un corto minuto de luz para dejar al descubierto los recortes en la sanidad, en las residencias… personas que viven en infraviviendas, que tienen dificultades para comer

Yayo Herrero 27/04/2020  https://ctxt.es/es/20200401/Firmas/32033/covid-sanidad-residencias-crisis-ecologica-pobreza-Atwood-Yayo-Herrero.htm?utm_campaign=lecturas-del-lunes-27-de-abril&utm_medium=email&utm_source=acumbamail

<p>El cuento de la criada (The hanmaid's tale, 2017) Hulu-HBO.</p>
El cuento de la criada (The hanmaid’s tale, 2017) Hulu-HBO.  George Kraychyk

Para poder construir una normalidad diferente no podemos contar solo con círculos de personas afines

Para poder preparar mi intervención, me leí de nuevo El cuento de la criada, uno de los relatos distópicos que más me ha agobiado. Lo había leído hace mucho tiempo. Recordaba sobre todo la angustiosa subyugación de las mujeres y la intervención y vigilancia en todos los ámbitos de la vida.  Pero, en la relectura, cada párrafo, cada reflexión de la protagonista me llevaba mucho más allá. Me obligaba a asomarme a nuestro propio momento. Tenía la sensación de que el texto me colocaba privilegiadamente, antes y con tiempo para evitar la llegada de Gilead.

Atwood crea una sociedad deprimente en la que las mujeres fértiles, las criadas, son una propiedad valiosa en la medida en que producen hijos. Son mujeres que viven recluidas en habitaciones en las que han quitado del techo cualquier objeto de los que se pudiese colgar una cuerda. Defred, la protagonista afirma: “sé por qué el cuadro de los lirios azules no tiene cristal, y por qué la ventana sólo se abre parcialmente, y por qué el cristal de la ventana es inastillable. Lo que temen no es que nos escapemos, sino esas otras salidas, las que puedes abrir en tu interior si tienes una mente aguda.” Esas salidas son para algunas criadas la renuncia a la propia vida y para Defred, la resistencia y la voluntad de escapar.

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