Esta es la relación completa de los firmantes de la Iniciativa Glencree, tal como la facilitaron ayer ellos mismos y el equipo dinamizador de la experiencia en San Sebastián. Dos participantes enla experiencia (una victima de ETA y otra del Batallón Vasco Español) prefirieron no firmar al final la iniciativa por razones personales, aunque apoyan todo el trabajo realizado.

Iñaki Aguiriano. Hijo de Victoriano Aguiriano y María Ángeles Barandiarán, muertos tras ser tiroteados el 16 de octubre de 1982 en un control de la Policía Nacional en Vitoria.

Jaime Arrese. Hijo de Jaime Arrese Arizmendiarreta, dirigente de la UCD de Guipúzcoa, asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas en Elgoibar el 23 de octubre de 1980.

Edurne Brouard. Hija de Santiago Brouard, médico de Bilbao, dirigente de Herri Batasuna, asesinado por los GAL en su consulta el 20 de noviembre de 1984.

Trini Cuadrado. Viuda de Miguel Arbelaiz, militante de HB, asesinado por el Batallón Vasco Español (BVE) en Hernani el 7 de setiembre de 1980.

Patxi Elola. Concejal del PSE de Zarautz, víctima de numerosos ataques contra su negocio y objeto de amenazas personales (dianas, pintadas,…) en su pueblo.

Carmen Galdeano. Hija de Xabier Galdeano, delegado del periódico Egin, asesinado por los GAL en San Juan de Luz el 30 de marzo de 1985 .

Fernando Garrido. Hijo de Rafael Garrido Gil, gobernador militar de Gipuzkoa, asesinado por ETA en San Sebastián el 25 de octubre de 1986. En el mismo atentado mueren, asimismo, su madre Daniela Velasco y su hermano pequeño Daniel.

Maribel González. Viuda de Alberto Soliño, asesinado en Eibar el 12 de junio de 1976 por un guardia civil a la salida del certamen de canción vasca que se celebraba en el Jai Alai.

Senén González. Hijo de Manuel González Vilorio, secretario del Ayuntamiento de Ispaster, asesinado por ETA en ese mismo pueblo el 18 de junio de 1984.

Amaia Guridi. Viuda de Santiago Oleaga Elejabarrieta, director financiero de El Diario Vasco, asesinado por ETA en San Sebastián el 24 de mayo de 2001.

Mari Carmen Hernández. Viuda de Jesús María Pedrosa, concejal del PP en Durango, asesinado por ETA en la misma localidad el 4 de junio de 2000.

Carmen Illarramendi. Viuda de Jesús Mari Ijurko, miembro activo de HB y Gestoras, herido muy grave en atentado perpetrado por el BVE en Rentería el 28 de marzo de 1980. Carmen también resulta herida en el mismo atentado.

Arantxa y Axun Lasa. Hermanas de Josean Lasa Arostegi, secuestrado, torturado y asesinado y cuyos restos mortales son encontrados en Alicante en 1985, aunque no serán identificados hasta 1995. Fueron condenados los miembros de la Guardia Civil Rodríguez Galindo, Dorado Villalobos y Bayo Leal.

Ana Merquelanz. Hija de Martín Merquelanz, taxista de Irún, asesinado por el BVE en Oiartzun el 24 de mayo de 1978.

Jorge Mota. Hermano de Ángel Mota Iglesias, funcionario de prisiones, asesinado por ETA en San Sebastián el 13 de marzo de 1990.

Jokin Olano. Herido por torturas infligidas por la Guardia Civil el 30 de julio de 1983.

Mikel Paredes. Hermano de Juan Paredes Manot, Txiki, fusilado por el régimen franquista el 27 de septiembre de 1975.

Jorge Pérez Jáuregui. Hermano de Roberto Pérez Jáuregui, asesinado en Eibar el 8 de diciembre de 1970 cuando participaba en una manifestación contra el proceso de Burgos.

Leonor Regaño. Viuda de Manuel Jodar, artificiero de la Policía Nacional, asesinado por ETA en Bilbao el 24 de mayo de 1989.

Santos Santamaría. Padre de Santos Santamaría, mosso d’esquadra asesinado por ETA en Rosas el 17 de marzo de 2001.

Milagros Sarduy. Viuda de Jesús María Etxebeste, agente de aduanas de Irún, asesinado por ETA en la misma localidad el 28 de agosto de 1980.

Beatriz Susaeta. Viuda de Tomás Alba, concejal de HB en San Sebastián, asesinado por el BVE en Astigarraga el 28 de septiembre de 1979.

Mariló Vera. Hija de Jerónimo Vera García, miembro de la Guardia Civil, asesinado por ETA en Pasajes el 29 de octubre de 1974.

Lurdes Zabalza. Hermana de Mikel Zabalza, apareció muerto en el río Bidasoa tras haber sido detenido por la Guardia Civil. Según todos los indicios, murió tras sufrir torturas el 26 de noviembre de 1985.

En 17 folios, las víctimas que han participado durante un lustro en la Iniciativa Gleencree han resumidos sus experiencias compartidas en un texto con el que todas se sienten identificadas. Este es un resumen en sus propias palabras.

Quiénes somos. “Somos un grupo de personas que tenemos en común haber padecido (…) un enorme e injusto sufrimiento”.

“Durante estos años de intercambio hemos guardado silencio hacia el exterior, tratando de escucharnos y de dialogar sin ninguna incidencia ajena al grupo. Hemos vivido un proceso de encuentro y discusión, difícil y conmovedor, con la intención de que ese paso fuese nuestro grano de arena en la construcción de la paz”.

Los inicios. “En septiembre de 2007, la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco nos propuso realizar un encuentro para ver si era posible un diálogo, y sobre qué bases, entre víctimas de diferente signo: víctimas del terrorismo de ETA y otros grupos similares por una parte y víctimas del terrorismo del GAL y otros grupos, por otra. Ese encuentro se llevaría a cabo en Irlanda. (…) No comentarlo más allá de las personas más próximas fue un reto que todos aceptamos, porque sabíamos que la discreción era una condición básica para todos».

«La experiencia Glencree comenzó en diciembre de 2007. Fue positiva y los primeros participantes propusimos que se extendiera a más personas, manteniendo la reserva que la hizo posible. Otro grupo similar se reunió en diciembre de 2008”. (…)

“En mayo de 2011, (…) participantes en un tercer grupo, que incluyó a amenazados, torturados y víctimas de actuaciones policiales, nos reunimos varios días en Santa María de Meva. Tras estas experiencias, decidimos en una reunión de los tres grupos trabaj juntos en este proyecto”.

Primeros pasos. (…) “Aceptamos la invitación porque queríamos que se hiciera algo para cambiar la situación, para terminar con la violencia, para reconstruir la convivencia y la memoria. (…) Nos enfrentábamos a un reto nuevo: teníamos que compartir nuestra experiencia con personas que habían sufrido injustamente, pero de las que nos separaban aspectos políticos e ideológicos a veces muy importantes. Tendríamos, por tanto, que procesar dolor, rabia, recelos y diferencias para estar unos días juntos y afrontar lo que a todos nos parecía una labor necesaria”.

Nuestros encuentros. “El comienzo en los distintos grupos fue tenso: saludabas y te quedabas ahí. La primera sensación era la de encontrarte con personas totalmente desconocidas y no saber cómo iban a comportarse. (…) Tampoco sabíamos cómo íbamos a reaccionar cada uno de nosotros mismos. Hablar del sufrimiento es doloroso y ante personas que no conoces genera temor”.

(…) “Llegamos a nuestro destino, nos instalamos y al día siguiente comenzamos las reuniones. Lo primero fue presentarnos y contar qué había ocurrido a nuestros familiares o a nosotros mismos. (…) Nos costó mucho, estábamos nerviosos, para algunos era la primera vez que hablaban de eso, para todos fue difícil sacar aquello que está guardado muy dentro y que ha provocado tanto daño”.

Hablar y escuchar. “Es difícil hablar de tu dolor y escuchar el de los demás. (…) En ocasiones se dijeron frases horribles y hubo momentos muy duros. A algunos nos entraron ganas de dejarlo. También fue muy duro, escuchar. (…) Era de alguna manera también parte de nosotros, no era distinto. Lo oyes y te dices: ¿También a vosotros os ha pasado eso? Ahí comienzas a sentir que somos exactamente iguales”.

(…) “Las diferencias políticas se olvidan y te acercas a las personas, te unes a su dolor porque tienes muchas cosas en común, aunque cada caso tenga sus connotaciones”.

(…) “Estábamos llegando al entendimiento de que todos estamos en el mismo lado. Identificamos los estereotipos mutuos. Los que pensábamos que las víctimas del terrorismo de ETA han tenido mucho apoyo nos dimos cuenta de la dejación que habían sufrido e incluso de su utilización política. Los que pensábamos que no había más que sufrimiento y terror que el de un lado, nos dimos cuenta de que otras personas han sido igualmente víctimas y no han tenido reconocimiento. Y eso llevó, por ejemplo, a que la hija de un guardia civil o el hijo de un militar asesinados hablaran afectuosamente con hijas de militantes abertzales también asesinados”.

Buscando un lenguaje común. (…) “Incluso la palabra víctima no nos gusta, le dimos vueltas y más vueltas. No encontrábamos la palabra apropiada, aunque se siguió utilizando la palabra víctima para referirnos a unos y a otros, como en este relato”.

(…) “En muchas ocasiones, la realidad de las víctimas de ETA que salen habitualmente en prensa es muy distinta a la que viven otras, anónimamente. Para otros, conocer la experiencia de una víctima de tortura o del GAL abrió su sentir a cosas que habitualmente se ven desde la lejanía o no se reconocen. Se vio que al final el sufrimiento es el mismo”. (…)

“Todos somos víctimas de vulneraciones de derechos humanos y vemos en esa idea una dimensión compartida. (…) Las diferencias de lenguaje no deberían llevar aparejadas diferencias sobre los derechos”.

Reconocimiento. (…) “Existía una sensación de que todavía falta reconocimiento de todo lo acaecido, sobre todo por parte de las instituciones y que, en otras ocasiones, el reconocimiento moral, social e incluso económico había llegado muy tarde y sin tener en cuenta el paso del tiempo. (…) Se necesita el reconocimiento de todos los que han originado el sufrimiento”.

(…) “Lo esencial es que se nos considere iguales en todos los aspectos de la gravedad de lo ocurrido y en lo concerniente a todos aquellos derechos que fueron conculcados, ya que de lo contrario es imposible sentirse reconocidos”.

(…) “Pensamos que en algún momento podría realizarse algún acto institucional conjunto, pero para ello se necesita también superar la desconfianza. (…) Estaría bien que llegara un momento en que el reconocimiento o la reivindicación de la memoria no fuera en contra de nada sino a favor de algo”.

(…) “Mientras estamos aún en desacuerdo sobre muchas cuestiones de orden político e ideológico, estamos todos de acuerdo en el reconocimiento de las personas que, como nosotros, sufrieron las distintas formas de violencia. (…) Podemos trabajar juntos desde una base ética de respeto a los derechos humanos, a la vida y la integridad personal”.

Una mirada más amplia. (…) “Cuando terminábamos una sesión, necesitábamos descansar, salir, dar un paseo, fumar un cigarro, dar y recibir un abrazo”. “Después seguíamos con más temas. Eso nos permitió compartir muchas cosas y dejarnos tocar por la experiencia del otro. Discutíamos con la cabeza, pero se sentía algo en otro sitio, en el corazón, algo más intenso y fuerte, que a veces se transformaba en un abrazo y, dependiendo del tema, seguir discutiendo o entrando en conflictos, porque no siempre estábamos de acuerdo”.

(…) “Algunos de nosotros jamás habíamos imaginado pasear, tomar un café o charlar con personas con quienes siempre habíamos supuesto que nos separaban tantas cosas. Pensábamos que nada de esto era posible”.

La vuelta a casa. “Al final de los encuentros de cada uno de los grupos se presentó siempre la misma interrogante: la vuelta. Retomar nuestras vidas en nuestros pueblos y con nuestra gente. ¿Es esto algo que termina aquí? ¿Es esto aplicable en la sociedad, en nuestros pueblos o ciudades? A la vez que se valoraba enormemente la experiencia vivida, lo que cada uno llevaba dentro, aparecían dudas, miedos y también esperanzas: miedo a que se malinterpretase esta experiencia, a que hubiese reacciones negativas precisamente por parte de las personas más cercanas humana o ideológicamente; miedo a que nos dijesen que habíamos pasado al “otro bando” y nos rechazasen; unos por incrédulos, otros porque verían una utilización política y es posible que otros quisiesen aprovecharlo políticamente o manipularlo”.

(…) “Muchos de nosotros fuimos con un peso enorme y volvimos sin la carga de esa mochila. Pasado el tiempo, como un poso, la experiencia de esos días se ha hecho más grande y nosotros nos hemos hecho algo más fuertes”.

Hablar, compartir, socializar. “Durante un tiempo decidimos no hablar de lo que habíamos hecho fuera de los grupos porque el clima político y social era negativo y estaba presente el riesgo de que nuestra experiencia se tergiversase o manipulase. Así que todos nos comprometimos a mantener la discreción. (…) También nos preocupaba la más que probable incomprensión de ‘los nuestros’. ¿Cómo vamos a explicar a gente políticamente cercana, de mi grupo o de mi asociación, lo que hemos hecho, que nos hemos reunido con tal o cual persona, que nos hemos escuchado y comprendido, que hay un camino a explorar?” (…) “El tener personas que han sufrido distintos tipos de agresiones y pérdidas fue necesario y enriquecedor para todos”.

«El puzzle no está roto»

El último apartado del relato hecho por los propios participantes en la iniciativa lleva por epígrafe La semilla:  “Tanto Glencree como Santa María de Mave son lugares tranquilos, un tanto remotos, en los que el ambiente ayuda a reflexionar, en los que lo más importante era estar juntos, aislándonos hasta cierto punto del mundo (…) La experiencia fue profunda: compartir el sufrimiento, exponer y escuchar ideas encontradas, vivir momentos de tensión y de dificultad (…) y grandes altibajos en la intensidad de las emociones, salvados en el grupo”.

(…) “Siempre nos ha parecido importante seguir para que la semilla que sentimos dentro germine poco a poco. Por eso escribimos juntos este relato. Ese es su valor (…) Todavía existe entre nosotros un cierto miedo a la manipulación y a la utilización política y mediática cuando todo esto se haga público, por lo que pedimos que se trate (…) como una aportación modesta, pero a la vez valiosa en pro de una convivencia compartida”.

(…) “Tenemos la sensación de que cada día hay más gente que quiere que estas cosas ocurran, que se creen espacios colectivos que permitan trabajar en el impacto del sufrimiento, la memoria y el reconocimiento. Tenemos que hacer un mundo mejor para los que vienen. (…) Nunca hemos tratado de transmitir rencor o venganza. No queremos que otra generación continúe con el sufrimiento”.

(…) “Hemos avanzado en la escucha, el conocimiento, el respeto, el reconocimiento de lo sufrido, de la dignidad de las víctimas y de los derechos compartidos. Este relato es un testimonio de nuestro proceso. El puzzle de personas y vivencias que constituye la realidad de nuestra sociedad no está roto. Tiene muchas fracturas, pero creemos, por el enorme impacto que hemos padecido, por nuestra experiencia, que se puede recomponer con lo que cada uno pueda aportar para acercar las piezas”.

Javier Rivas San Sebastián 16 JUN 2012 – 22:38 CET El Pais

La iniciativa Glencree culmina cinco años de reuniones secretas con un manifiesto. Apuestan por un reconocimiento «equitativo» e instan a los autores de los atentados a asumir la «responsabilidad»
Glencree. El nombre de esta ciudad irlandesa sede de un centro de paz es clave para 25 víctimas de ETA, los GAL, el Batallón Vasco Español (BVE) y los abusos policiales. En ella comenzaron hace cinco años unos encuentros discretos entre personas de mundos opuestos para intercambiar sus dolorosas experiencias. Las lógicas dudas, miedos y recelos iniciales se han ido disipando con el tiempo hasta que ayer, en San Sebastián, estas víctimas de diferentes terrorismos pusieron, cinco años después, punto y final a la experiencia con un manifiesto conjunto y un sonoro aplauso. El texto se resume en la demanda de «reparación, memoria, justicia y reconocimiento para todas de forma equitativa», en la petición a la sociedad vasca de una «revisión autocrítica del pasado» y en la exigencia a los autores de la violencia de «reconocer el daño causado y asumir la responsabilidad».
En esta novedosa e inédita ‘iniciativa Glencree’, auspiciada por la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, han tomado parte víctimas de todo signo: desde familiares de asesinados por ETA como Amaya Guridi (viuda del director financiero de DV Santiago Oleaga), Mari Carmen Hernández (viuda del edil del PP de Durango Jesús María Pedrosa), Jorge Mota (hermano del funcionario de prisiones Ángel Mota) o Jaime Arrese (hijo del dirigente de UCD en Gipuzkoa Jaime Arrese); hasta víctimas del GAL y el Batallón Vasco Español o abusos policiales, como Edurne Brouard (hija del exdirigente de HB Santiago Brouard), Arantxa y Axun Lasa (hermanas de Josean Lasa, presunto miembro de ETA torturado y asesinado) o Lourdes Zabalza (hermana de Mikel Zabalza, que apareció ahogado en un río tras ser detenido por la Guardia Civil).
Discreción
La iniciativa Glencree, desarrollada en los últimos cuatro años y medio, ha reunido a víctimas que quieren hacer ahora «una contribución positiva a favor de la convivencia pacífica y constructiva» en el nuevo escenario sin violencia. El trabajo de la Dirección de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco ha tenido en la discreción una «condición básica». La elección de Glencree como sede para comenzar los contactos se determinó por la necesidad de alejarse del «clima de violencia y polarización política y social» de Euskadi.
Durante estos años el grupo ha ido creciendo hasta sumar casi a una treintena de víctimas que a lo largo del proceso han roto «barreras y tabúes» para acercarse unos a otros «con respeto, superando el temor y los estereotipos, la frustración y la experiencia propia del dolor». A medida que han avanzado los encuentros, también se han ido acercando físicamente a Euskadi.
El encuentro de Glencree fue diseñado y coordinado por un equipo «dinamizador», integrado por Carlos Martín Beristain, Galo Bilbao y Julián Ibáñez de Opacua, que han tratado de «proteger» el espacio de esta experiencia compartida y por eso han alejado de luces y taquígrafos a sus protagonistas.
Los partidos políticos, por ejemplo, no han sabido de ella hasta que no se ha decidido hacerla pública, con una declaración que tiene «un afán pedagógico, dirigido especialmente a los más jóvenes», y que aspira a «influir en un entorno social que ha padecido la violencia con intención política mediante un compromiso para que no vuelva a ocurrir jamás».
Carmen Hernández, viuda del concejal del PP Pedrosa, asesinado por ETA en 2002, y Axun Lasa, hermana de Josean Lasa, presunto miembro de ETA por cuyo secuestro y asesinato fue condenado entre otros el exgeneral de la Guardia Civil Rodríguez Galindo, pusieron ayer la voz al texto con el que la iniciativa Glencree se ha dado a conocer públicamente. «Hemos llegado a esta conciencia compartida escuchando al otro, dialogando y buscando el encuentro, más allá de divergencias ideológicas legítimas, que ni disfrazamos artificialmente ni acallamos», destacaron.
«No nos identificamos con definiciones y conceptos que se utilizan habitualmente para describirnos, ni nos gusta cómo se habla de nuestra realidad, que es plural y diversa», señalan en este manifiesto, leído en euskera y castellano. «Sanar las heridas obliga a un proceso que no está exento de tensiones o conflictos», agregan
Esta iniciativa sale a la luz en un momento en el que el papel de las víctimas, tras el nuevo escenario vasco sin violencia, está en primera línea del debate. Así, el Gobierno central esta impulsando, por su parte, encuentros entre víctimas de ETA y presos, tomando el relevo al Ejecutivo vasco, que era quién antes dirigía estas citas.

MANIFIESTO
1. No nos identificamos con las definiciones que se utilizan para describirnos ni nos gusta cómo se habla de nuestra realidad plural y diversa.
2  Escucha. Hemos llegado a esta conciencia compartida escuchando al otro, dialogando y buscando el encuentro, más allá de divergencias ideológicas legítimas.
3  Violencia injustificable. Demandamos el cumplimiento y la satisfacción de derechos (a la verdad, la justicia, la memoria, el reconocimiento y la reparación) para todos de manera equitativa.
4  Pluralidad. Aspiramos a una convivencia pacífica, respetuosa y constructiva en el seno de una sociedad plural, libre y justa.
5  Gestos. Son deseables y necesarios los gestos de reconocimiento del daño causado y la asunción de responsabilidades por parte de todos los perpetradores de la violencia.
6  Autocrítica. Queremos invitar a la sociedad a realizar su propia revisión autocrítica del pasado mediante un compromiso ineludible con la verdad.

17.06.12 – 03:16 -JORGE SAINZ | SAN SEBASTIÁN. DV.
VÍCTIMAS FIRMANTES
Esta es la relación completa de los firmantes de la Iniciativa Glencree, tal como la facilitaron ayer ellos mismos y el equipo dinamizador de la experiencia en San Sebastián. Dos participantes enla experiencia (una victima de ETA y otra del Batallón Vasco Español) prefirieron no firmar al final la iniciativa por razones personales, aunque apoyan todo el trabajo realizado.

Iñaki Aguiriano. Hijo de Victoriano Aguiriano y María Ángeles Barandiarán, muertos tras ser tiroteados el 16 de octubre de 1982 en un control de la Policía Nacional en Vitoria.

Jaime Arrese. Hijo de Jaime Arrese Arizmendiarreta, dirigente de la UCD de Guipúzcoa, asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas en Elgoibar el 23 de octubre de 1980.

Edurne Brouard. Hija de Santiago Brouard, médico de Bilbao, dirigente de Herri Batasuna, asesinado por los GAL en su consulta el 20 de noviembre de 1984.

Trini Cuadrado. Viuda de Miguel Arbelaiz, militante de HB, asesinado por el Batallón Vasco Español (BVE) en Hernani el 7 de setiembre de 1980.

Patxi Elola. Concejal del PSE de Zarautz, víctima de numerosos ataques contra su negocio y objeto de amenazas personales (dianas, pintadas,…) en su pueblo.

Carmen Galdeano. Hija de Xabier Galdeano, delegado del periódico Egin, asesinado por los GAL en San Juan de Luz el 30 de marzo de 1985 .

Fernando Garrido. Hijo de Rafael Garrido Gil, gobernador militar de Gipuzkoa, asesinado por ETA en San Sebastián el 25 de octubre de 1986. En el mismo atentado mueren, asimismo, su madre Daniela Velasco y su hermano pequeño Daniel.

Maribel González. Viuda de Alberto Soliño, asesinado en Eibar el 12 de junio de 1976 por un guardia civil a la salida del certamen de canción vasca que se celebraba en el Jai Alai.

Senén González. Hijo de Manuel González Vilorio, secretario del Ayuntamiento de Ispaster, asesinado por ETA en ese mismo pueblo el 18 de junio de 1984.

Amaia Guridi. Viuda de Santiago Oleaga Elejabarrieta, director financiero de El Diario Vasco, asesinado por ETA en San Sebastián el 24 de mayo de 2001.

Mari Carmen Hernández. Viuda de Jesús María Pedrosa, concejal del PP en Durango, asesinado por ETA en la misma localidad el 4 de junio de 2000.

Carmen Illarramendi. Viuda de Jesús Mari Ijurko, miembro activo de HB y Gestoras, herido muy grave en atentado perpetrado por el BVE en Rentería el 28 de marzo de 1980. Carmen también resulta herida en el mismo atentado.

Arantxa y Axun Lasa. Hermanas de Josean Lasa Arostegi, secuestrado, torturado y asesinado y cuyos restos mortales son encontrados en Alicante en 1985, aunque no serán identificados hasta 1995. Fueron condenados los miembros de la Guardia Civil Rodríguez Galindo, Dorado Villalobos y Bayo Leal.

Ana Merquelanz. Hija de Martín Merquelanz, taxista de Irún, asesinado por el BVE en Oiartzun el 24 de mayo de 1978.

Jorge Mota. Hermano de Ángel Mota Iglesias, funcionario de prisiones, asesinado por ETA en San Sebastián el 13 de marzo de 1990.

Jokin Olano. Herido por torturas infligidas por la Guardia Civil el 30 de julio de 1983.

Mikel Paredes. Hermano de Juan Paredes Manot, Txiki, fusilado por el régimen franquista el 27 de septiembre de 1975.

Jorge Pérez Jáuregui. Hermano de Roberto Pérez Jáuregui, asesinado en Eibar el 8 de diciembre de 1970 cuando participaba en una manifestación contra el proceso de Burgos.

Leonor Regaño. Viuda de Manuel Jodar, artificiero de la Policía Nacional, asesinado por ETA en Bilbao el 24 de mayo de 1989.

Santos Santamaría. Padre de Santos Santamaría, mosso d’esquadra asesinado por ETA en Rosas el 17 de marzo de 2001.

Milagros Sarduy. Viuda de Jesús María Etxebeste, agente de aduanas de Irún, asesinado por ETA en la misma localidad el 28 de agosto de 1980.

Beatriz Susaeta. Viuda de Tomás Alba, concejal de HB en San Sebastián, asesinado por el BVE en Astigarraga el 28 de septiembre de 1979.

Mariló Vera. Hija de Jerónimo Vera García, miembro de la Guardia Civil, asesinado por ETA en Pasajes el 29 de octubre de 1974.

Lurdes Zabalza. Hermana de Mikel Zabalza, apareció muerto en el río Bidasoa tras haber sido detenido por la Guardia Civil. Según todos los indicios, murió tras sufrir torturas el 26 de noviembre de 1985.