J. O.– Usted no es un político español al uso en casi ningún aspecto. Tampoco en lo que se refiere a sus criterios sobre la organización territorial del Estado y a su posición en lo relativo al enfrentamiento entre el centralismo y las reivindicaciones de las nacionalidades.

J. A.– Fui educado en la parafernalia de la «sagrada unidad de España», del «Imperio», de la condena de los «contubernios rojo-separatistas», etc. Eso marca. Condiciona los sentimientos. Pero luego uno ve, uno lee, uno razona… y lo que ve, estudia y reflexiona entra en contradicción con los sentimientos que había alimentado hasta entonces. En mi caso, esa pugna se tomó su tiempo, pero al final fui llegando a algunas conclusiones claras. De la primera de ellas di cuenta en una conferencia que pronuncié en 1980 en Madrid, en el Club Siglo XXI, y me valió un río de críticas. Dije: «España no está hecha. Habrá que hacerla». Yo no lo sabía, pero luego me enteré de que Antonio Alcalá-Galiano hizo esa misma afirmación no muy avanzado el siglo XIX. El problema es viejo.

No fue sin resistencia interior como tuve que ir asumiendo que la Historia de España que me habían enseñado estaba repleta de falsedades. Yo he visto en el despacho del monarca el decreto por el que Carlos III estableció que la bandera de España habría de ser la roja y gualda. «Y llevará el escudo de Castilla», añadía. «¿Y por qué sólo el de Castilla, y no todos?», pregunté. España siempre ha sido definida desde el poder del Estado. No fue un producto de la maduración histórica, como la nación francesa, que es el ejemplo clásico.

En mi concepción, España sólo puede sustentarse en el acuerdo de los pueblos que la componen. A mí me gustaría que estuviéramos todos conformes en marchar en común, pero si un pueblo no está de acuerdo, o si hay dudas de si lo está o no, y en qué proporción… ahí defiendo que se reconozca el derecho de autodeterminación. Que es un derecho, por cierto, suscrito por el Estado español en las Naciones Unidas.

De todos modos, cabe estar juntos de diversos modos. La derecha mostrenca todavía no ha entendido que el Estado federal es una forma de Estado unitario. Podría instaurarse sin que eso supusiera el fin de la unidad de España, ni mucho menos.

Fragmento de entrevista a Julio Anguita por Javier Ortiz

www.javierortiz.net

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