Sabino Ormazabal Elola
GALDE
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“No existe” (1). Vale. De lo que vamos a hablar ahora dicen que “no existe”. Si existiera, se podría entender mejor a Fray Tito, sobre el que Eduardo Galeano relataba que “en vano deambulaba buscando algún lugar, algún rincón del templo o de la tierra, donde no resonaran los truenos de esas voces atroces que no lo dejaban dormir”. ¿Cómo podía probar Fray Tito el origen de esas secuelas, si no hay tal?… Terminó suicidándose.

Un número considerable de personas que estáis leyendo GALDE la habéis sufrido en propia carne, tengáis la opción política que tengáis ahora. O la habéis conocido de cerca, en familiares, en la cuadrilla… No es exclusiva de aquí. Es una práctica muy extendida, a nivel mundial.

Si se reconociera su existencia tambalearían muchos principios y discursos, así como muchos sumarios instruidos por la autoinculpación y/o la inculpación a terceras personas. ¿Cómo evocar lo que no se quiere rememorar? Si hubiese titulado estas líneas mencionándola, probablemente habríamos pasado de página.Carcel-san-luis-11

Alguna gente, a su vez, ha terminado cansada de que esa práctica que “no existe” se contraponga a las denuncias de la violencia de ETA a modo de justificación, de compensación, de igualar violencias. Como si la reprobación de alguna vulneración de derechos pudiera ser opcionable. Por eso pasan página o no muestran interés alguno.

Es un hecho que un número considerable de gente ha terminado insensibilizada al dolor de los demás, de los no-suyos. Incluso hay quien ha llegado a justificar la práctica de eso que “no existe”, pensando que así terminaría antes la violencia de “los otros”, para “evitar nuevos atentados”. Sin embargo, la mayoría de las denuncias de los últimos años no son las relacionadas con el tema vasco: han aumentado las acusaciones de personas migrantes (un 21,2% del total) y de las de diversas disidencias sociales (46,6%) en el Estado español (2).

Por supuesto, no se produjeron incidentes

Miremos atrás. En los días anteriores al 1 de Mayo de 1967, en Bizkaia hubo “una ola” de detenciones y deportaciones: 150 militantes obreros fueron encarcelados y 15 de ellos, deportados a pequeñas localidades de la península; luego lo fueron 40 más. Ello trajo como consecuencia que en ese 1º de Mayo no hubiera la esperada presencia obrera manifestándose por las calles de Bilbao y sí, en cambio, una impresionante fuerza represiva para impedir cualquier intento de hacerlo.

¿Y cómo lo reflejó El Correo Español del 2 de mayo? De esta manera: “No se registró ningún incidente con motivo del 1º de Mayo. Aprovechando el fin de semana festivo, gran número de bilbaínos abandonaron el sábado la Villa, dirigiéndose a las localidades burgalesas, riojanas o costeras que suelen frecuentarse en verano. Ayer, al amparo del buen tiempo, miles de personas se volcaron también sobre las playas que cobraron, particularmente durante la mañana, aspecto auténticamente veraniego. La Villa quedó prácticamente desierta y por supuesto, no se registraron incidentes de ningún tipo con motivo del 1º de Mayo. Aunque la fuerza pública patrulló por los lugares estratégicos en evitación de cualquier contingencia, Bilbao presentó ayer su habitual fisonomía de día festivo con temperatura agradable, escaso tráfico y absoluta paz”.

La reseña fue recogida por los trabajadores de Laminaciones de Bandas Echévarri en su legendario libro Nuestra huelga. Una huelga de 163 días, desde el 30 de noviembre de 1966 al 15 de mayo de 1967. En varios pasajes de esa publicación se hace mención a las torturas sufridas por algunos trabajadores y a la férrea represión existente en el estado de excepción (3). “No se registraron incidentes de ningún tipo” se lee en aquella nota correveidile. Efectivamente, los “incidentes” sucedieron días antes. No existían, pero sí.

Pongámonos ahora 35 años después, en febrero de 2003. A lo anterior se le denominó dictadura y a lo de ahora se le designa como democracia. Son dos realidades distintas. Es evidente, son dos contextos bien diferentes. Pero en 2003 la Guardia Civil cerró el único periódico que se editaba en euskera y se llevó detenidos a los miembros de la dirección y del consejo de Euskaldunon Egunkaria. No fueron conducidos directamente ante el juez, y tras previo paso por comisaría, cuatro de ellos denunciaron ante el juez eso que “no existe”: haber sufrido torturas. Uno más, académico de la Lengua Vasca, presidente del Consejo de Administración de Egunkaria y director de Jakin, de 60 años de edad, no tuvo fuerzas para hacerlo hasta cinco años después.

¿Y cómo se reflejó en esta ocasión lo sucedido aquel febrero de 2003? Al parecer, no había que camuflar nada diciendo que la gente se fue a la playa o a localidades riojanas, como en 1967. El Ministerio de Interior respondió directamente con una querella por falsedad, injurias y calumnia a las denuncias de tortura realizadas. ¿Por qué? Porque las mismas “no existen”, quienes las denunciaron “colaboran con banda armada, siguiendo un manual que ordena a todos sus miembros que denuncien haber sido torturados con objeto de desprestigiar a las Fuerzas de Seguridad del Estado”. En esta ocasión no valía decir que no hubo “incidentes” y que fueron tratados con “absoluta paz”. El director general de la Guardia Civil, Santiago López Valdivieso, zanjó las dudas: “Otamendi ha seguido el manual de ETA. No ha habido torturas ni malos tratos” (4).

También hubo quien, como aportando algo, opinó que con actuaciones como el cierre del periódico “se alimenta el victimismo de los de siempre”. O cosas como: “Yo lo de la bolsa, por un lado, no sé en qué consiste. ¿Qué es eso de la bolsa? ¿Alguien lo sabe, alguien ha sido torturado alguna vez?” (5). Siete años después, en abril de 2010, la Audiencia Nacional absolvió a los periodistas y administradores del periódico cerrado, y su director, Martxelo Otamendi, llegó con el caso de torturas hasta Estrasburgo. Y ganó. No había habido investigación de las mismas, y el Estado español tuvo que resarcirle económicamente.

En noviembre de 2012, doscientos jueces y magistrados suscribieron un manifiesto afirmando que “El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado al Estado Español por no investigar estos hechos. El Gobierno ha dado un paso más. Cuando la justicia actúa, investiga y condena, el Gobierno indulta. Desde luego, parece difícil explicar ante ese Tribunal Europeo semejante comportamiento (…) Todas las personas, sin excepción, están sujetas a las leyes (…) Este signo distintivo del Estado constitucional marca la diferencia con los regímenes autoritarios, donde los detentadores del poder están exentos del cumplimiento de las normas”. Lo escribían ante el indulto a varios agentes de los Mossos d’Esquadra condenados por torturas.

Para que la tortura no exista, ya da de sí.

Según Amnistía Internacional, durante el año 2012, 112 países torturaron a ciudadanos suyos; el Estado español se encuentra entre esos países torturadores (6). Según el TAT, cinco personas han muerto en Euskal Herria por esta causa antes de la Constitución de 1978 y cinco más lo han sido desde 1981. El “Informe-base de vulneraciones de derechos humanos” (7), de junio de 2013, menciona 5.500 posibles denuncias de torturas; Euskal Memoria calcula los casos en torno a 9.600. De ellos, sólo han llegado a sentencia una veintena contra 71 agentes policiales, que afectan a 42 personas (8). Ocho de los diez guardias civiles condenados por torturas realizadas a siete personas de Zornotza en 1980, lo fueron tras 21 años de aquellos hechos, en 2001. Al menos 35 torturadores han sido condenados e indultados entre 1996 y 2003, y tres de ellos ascendidos (9).

Recapitulando. La tortura está ocultada e impune, es una asignatura pendiente. La tortura no ha tenido “transición” de una dictadura a una democracia. Existe continuidad en su práctica, independientemente de quién gobierne. No se han atendido las reiteradas recomendaciones de organismos y relatores para que desaparezca lo que la posibilita. Hablamos por tanto de víctimas que no existen y que están doblemente victimizadas, y hablamos de impunidad. Tal como escribía Galeano con el sufrimiento de Fray Tito, “él era el país donde sus verdugos vivían”. Recordemos el ejemplo del “torturadito” (10) Martxelo Otamendi: hubo quien se mofó pidiendo que contara “cómo le torturaron no comprándole palomitas ni globos ni helados” (11). Menos mal que no existe.

Notas:

1. “Las torturas y malos tratos no existen”. Francisco Zaragoza, presidente de la junta directiva de la Asociación de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad Víctimas del Terrorismo, en Bake hitzak nº 81 de Gesto por la Paz, 2011, p. 37. ↩
2. Coordinadora para la Prevención de la Tortura. La tortura en el Estado español. 2013. Mayo 2014. www.prevenciontortura.org/ ↩
3. Menciones a torturas en páginas 115 y 232. ↩
4. Declaraciones publicadas en diversos medios el 31/03/2003. ↩
5. Manuel Antonio Rico, en RNE, 26/02/2003. Sobre las denuncias de manual, conviene repasar la ristra de epítetos troquelados que se sucedieron los días posteriores a las denuncias de torturas realizadas por los periodistas de Egunkaria. Se puede descargar libremente de la red el libro Mil coces contra la disidencia, y en su página 79 puede leerse lo que dijeron, entre otros, Ángel Acebes, Carlos Iturgaiz, German Yanke, Aleix Vidal-Quadras o Alfonso Ussía. ↩
6. Informe 2013 de Amnistía Internacional. El estado de los derechos humanos en el mundo. ↩
7. Manuela Carmena, Jon Mirena Landa, Ramón Múgica y Juan Mª Uriarte, por encargo de la Secretaría General de Paz y Convivencia del Gobierno vasco, junio de 2013. ↩
8. El Correo del 30/12/2010, con información de la agencia EFE. ↩
9. Datos de Gesto por la Paz y Amnistía Internacional, www.gesto.org , del Observatorio de Observación de Derechos Humano: www.stoptortura.com/zigorgabeC.php y en “Oso latza izan da”, pp. 608 a 613. ↩
10. ABC 14/03/2003. ↩
11. Iñaki Ezkerra, La Razón 20/03/2003. ↩

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