¿Por qué queremos la paz? ¿Para qué?

En primer lugar, deberíamos definir qué es la paz. Seguramente cada uno sienta la paz como algo distinto, con matices distintos. Pero sí nos preguntamos qué gana cada uno de nosotros en su foro interno y qué ganamos como sociedad, como población civil.

En lo siguiente sí coincidimos: necesitamos la paz por muchos motivos. Teniendo en cuenta que la paz nunca es absoluta, que nunca la alcanzaremos del todo. Por eso se ha mencionado la paz como una utopía a la que siempre aspiraremos. Cuando se alcance la paz en el caso de la violencia política que sacude al País Vasco, habrá otro tipo de violencias a las que encontrar una respuesta. Conflictos que se solapan y que habrá que abordar.

En ese contexto, ¿por qué queremos la paz?

Porque existe sufrimiento a nuestro alrededor, porque la sentimos en el día a día. La gente sufre porque está amenazada, porque han asesinado a un familiar o porque está en la cárcel… y una larga casuística a la que no somos ajenos.

Porque existe violencia. La falta de paz existe porque hay violencia. Aunque el conflicto armado es la representación inicial de esa violencia, existe violencia cuando una va a tomar café escoltado, cuando no puede expresarse, cuando uno está en la cárcel por defender unas ideas. Porque la violencia, al fin y al cabo, no tiene dueños. Existen muchas violencias que nos rodean. Es interesante mencionar que en una sociedad acomodada como la muestra, Euskadi sea el único foco de violencia política de Europa. Algo que nos lleva a nuevas preguntas.

Porque no se respetan los Derechos Humanos, que pueden ser un buen termómetro para medir la situación de paz. Si no se respetan los DDHH, entonces estamos ante un problema de falta de paz.

Reconciliación y convivencia

Aceptar que somos diferentes. La diferencia, la diversidad es positiva.
La convivencia, creada desde el trabajo personal y comunitario, debe ser a todos los niveles.
La paz es algo más que la ausencia de violencia. Esta ausencia es sólo el principio
Hemos sido intransigentes, debemos empezar ya a sentar las bases para la convivencia.
(Re)conciliación = verdad+justicia+reconocimiento
Para convivir necesitamos primero el diálogo. El diálogo como método, la convivencia como objetivo.
Estamos condenados a convivir.
La reconciliación vendrá tras un largo y difícil camino de aceptación.
Se ve un cambio en los últimos 15 años. Hay menos miedo a hablar.
Tenemos dificultades para el entendimiento. La gente escucha lo que quiere. Tenemos que superar los prejuicios.
Últimamente no hay violencia, pero tampoco diálogo en la calle.
Es importante soñar y cuando los sueños son compartidos, se hacen realidad.
Si se ha logrado en Sudáfrica, Irlanda… nosotros también podremos.
La reconciliación debe ser un proceso público y conjunto. Debe de estar acompañado de un acercamiento de la gente de “a pie”
La existencia de vencedores y vencidos no ayuda.
No se puede obligar a pedir perdón. Pero se puede ofrecer el perdón. A éste se puede llegar desde la comprensión del dolor del otro.
La autocrítica puede ser un primer paso proactivo por parte de las partes.
Somos inmaduros para la reconciliación. Estamos en un proceso de sedimentación, las generaciones venideras, con la cabeza más limpia, serán las que culminen el proceso.
En el plano político, más que de víctimas hay que hablar de derechos.
¿Necesitamos líderes para la reconciliación?
¿Necesitamos rejuvenecer a los actuales líderes?

ACCIONES PROPUESTAS

Debemos de dar más protagonismo a los movimientos ciudadanos.
Hay que ser contrabandistas. Traspasar nuestras fronteras y encontrarnos con el/los otro/s
Mediante las emociones es más fácil empatizar. Impulsemos la educación en emociones, el autoconocimiento emocional y la gestión de las mismas.
Hay que impulsar acciones como las de activistas por la paz en centros educativos, con asociaciones etc.

  Vivir sin miedo. Necesidad de comunicación

– Posibilidad real de fin del conflicto.
. Es necesaria la comunicación entre gente común en ámbitos donde
se pueda hablar libremente.
Nuestro objetivo no tiene que ser buscar una solución mágica, no vamos a traer la solución de las cosas.
La política no se puede solucionar sólo desde la política: hay que hablar también de lo previo, de los valores.
Popularizar el método de diálogo, extenderlo a diferentes ámbitos.
La cuestión de las víctimas será uno de los  temas más complicados en la solución.
Dialogar, escuchar al diferente nos acerca a la paz.
El sufrimiento no tiene dueño.
La construcción de la paz pasa por acordar unas reglas de acción común es que permitan la gestión de la diversidad de aspiraciones políticas.
Cambiar la mirada belicista, de ganar o perder, por la de construir, encontrar una salida.
Construir con el diferente político (antes adversario) una ética común. Reaccionar ante las agresiones de esa ética tanto de un lado como de otro.

Si nos sentamos aquí y así, es para reiterar una esperanza, apoyarla con nuestro gesto simbólico y recordar lo que nos reúne.

 

  • Queremos vivir en paz; no queremos que otras generaciones hereden esta situación

  • Queremos terminar este largo conflicto mediante la palabra, el diálogo y la participación

  • y, mientras dure, queremos humanizarlo. Sabemos bien, como ha escrito Benedetti, que todo es según el dolor con el que se mira.

Queremos sumar. No preguntamos a nadie qué visión tiene del conflicto o los conflictos. Piense como piense, tiene aquí una silla a su disposición si comparte el deseo de construir la paz.

Nos sentamos, pero no es una actitud pasiva.

  • Es un llamamiento a abrir caminos a una de nuestras principales necesidades como comunidad: construir la paz y una convivencia normalizada.

  • Es también una síntesis de nuestra idea de la paz que necesitamos: al sentarnos así, en un círculo siempre abierto, marcamos un espacio común compartido por todos en libertad. Es lo que queremos que sea nuestro país.

 

Hemos vivido momentos de desesperanza y momentos de ilusión, y a pesar de todos los pesares nos hemos agarrado a la ilusión porque la única respuesta que merece la decepción es reconstruir la esperanza. Tantas veces como haga falta.

A lo largo de estos años nos ha sostenido, a quienes nos hemos sentando aquí y a muchos otros, la convicción de que no podemos admitir conflictos eternos. Como decía Georges Mitchell, mediador del acuerdo irlandés, de la misma manera que somos los humanos los que creamos los conflictos tenemos que ser capaces de resolverlos.

 

Probablemente habréis sentido la perplejidad de comprobar que una iniciativa como esta, sencilla, sincera, humilde, pero al mismo tiempo llena de sentido, no prendía en la sociedad. Yo mismo, la primera vez que me explicaron la idea imaginé una cadena de círculos concéntricos creciendo, poco a poco, paulatinamente, hasta desbordar los límites del Boulevard. No ha sido así. Pero tampoco era necesario.

 

El valor del símbolo no es que otros lo asuman. Es su significado. En realidad hubiera sido igual que sólo se hubiera sentado una persona. Hubiera sido suficiente para señalar la intención; para que quede el testimonio. Lo que importa en esta iniciativa es la dirección a la que apunta: la invitación a mirar en la buena dirección. Una vez que se ha señalado, ahí queda. Ya no depende de cuánto tiempo seguimos sentándonos. Este círculo en que todas nuestras miradas coinciden en un punto de encuentro, independientemente de cuántos somos o de quiénes somos, ahí queda, como una semilla que no sabemos cuándo florecerá. Otros sembrarán otras. No sabemos cuál será la definitiva, pero sabemos que habrá una que dará fruto y en el que de algún modo estará lo que nosotros hemos sembrado.

 

Por eso, ese aplauso con el que solemos cerrar, sencilla “ekintza” nuestra, no es para nosotros sino para cuantos, cada uno a su manera, está trabajando para acercarnos a la paz que todos buscamos. Una paz que está más cerca, mucho más que cuando nos sentamos por primera vez aquel 17 de mayo de 2007, a los meses de rota la tregua de 2006.

 

Rubalcaba dijo por entonces que no estamos en paz ni en el proceso de paz sino en la situación de violencia que ETA lo ha querido. Hoy todavía no estamos en paz, pero sí en camino, un camino del que hemos sido parte marcando cada quince días la buena dirección. La que empiezan a hacer suya quienes abandonan el discurso de la guerra. La dirección la que convergeremos, cada uno por su camino, quienes hemos querido, y porque hemos querido, la paz.

Boulevard, 07.04.2011