Bulebarreko topagune/espazio biribil honetan biltzen garen pertsonok gure herrian bakeak aurrera egitea nahi dugu. Elkarrekin bakean bizi nahi dugu. Halaxe nahi du gure gizarteak. Ez dugu nahi datozen belaunaldiek egungo indarkeria adierazpen hauek jaraunsterik.


Gure adierazpideak biribilean ipinitako aulkiak eta isiltasunaren indarra dira. Gatazka luze bateko parte sentitzen gara eta konponezin hori gizatiartu egin nahi dugu, indarkeria gabeko bideetatik zuzendu, hitza, elkarrizketa eta parte-hartzea erabiliz.


Herritarron ekimen apal honen asmoa elkarrizketa bultzatzen duten beste ahalegin batzuekin bat egitea da; ez ditu, inola ere, ordeztu nahi.


Espazio berean esertzearekin erakutsi nahi dugu prest gaudela guztiona den leku hau elkarbanatzeko, elkar errespetatuz, eta taldean adierazi nahi dugu asper-asper eginda gauzkala etengabeko indarkeria eta eskubide-falta egoera honek.

Ardurak dituztenak BERRIRO ESER DAITEZEN ESERIKO GARA HEMEN, bakea bilatuko duen prozesu berri bati ekin diezaioten. Ez dugu etsi nahi, gaurko konponezin egoera honetan, objektu pasiboak izatera. Ez dugu ezer egin gabe geratu nahi, kulpa guztiak besteei botata.


Bakeari bideak ireki nahi dizkiogu eta pertsona guztiei eta bakoitzari gonbita egiten diogu, egunero bakea eraikitzeko aktiboki zer egin dezakeen pentsa dezan. Hasteko, topagune-aulki hauetan esertzera gonbidatzen zaitugu, non ideia eta izaera oso desberdineko pertsonak baikaude. Zenbat eta gehiago bildu, hainbat eta hobe.


HILAREN LEHEN ETA HIRUGARREN OSTEGUNETAN BULEBARRA IZANGO DA GURE BILGUNEA

Quienes suscribimos esta declaración somos mujeres de distintas ideologías, tradiciones y sentimientos que, a título personal, y partiendo desde lo que nos une y desde lo que nos separa, queremos explorar pasos hacia delante en la búsqueda de la paz y de la reconciliación.

Con esta declaración no pretendemos sustituir a nada ni a nadie, desde el lugar que ocupa cada una, nuestra única intención es dar un impulso a la situación actual e intentar ayudar en la búsqueda de soluciones aseverando que el diálogo sin prejuicios y sin condiciones es un buen punto de partida como lo es el respeto a los derechos de todas las personas.

Trabajar por un presente y un futuro de esperanza nos obliga a poner en valor una militancia común al margen de la nuestra propia: la militancia por la paz ante tantos saboteadores que la paz tiene siempre en todos los conflictos en los que es necesario alumbrarla.

Creemos que las mujeres debemos ser, por lo tanto, agentes activas por la paz y participar en un nuevo proceso de esperanza que se debe abrir en el País Vasco, en Euskal Herria.

Hoy por hoy, y dado el modelo social en el que vivimos, el protagonismo de los hombres y las mujeres no es el mismo en la vida política de nuestro país. No obstante, y en tanto que padecemos las consecuencias de un conflicto político que en nada nos es ajeno, venimos a reivindicar la participación y el protagonismo que las mujeres también debemos tener a la hora de buscar soluciones. Debemos ser sujetos activos de la solución, al igual que hemos sido sujetos de lo que hasta ahora ha sucedido.

Por ello queremos que se pueda abrir una etapa nueva bajo tres premisas básicas:

La consecución de la paz es una exigencia colectiva y una prioridad política. Es también una tarea de todas y todos y no consiste únicamente en ausencia de cualquier violencia. El concepto de paz desde nuestro punto de vista no está vacío de contenido, sino todo lo contrario. Para nosotras tiene que ver con la democracia, la justicia social, con un proceso de cambio que permita a la ciudadanía dar por concluidos conflictos históricos, cerrar una página en términos de derechos y libertades.

Todos los proyectos políticos se pueden y se deben defender. No hay que imponer ninguno. Hay que buscar un escenario democrático que permita y garantice el desarrollo y la materialización de todos los proyectos en condiciones de igualdad, por vías políticas y democráticas.

Si la sociedad vasca, la ciudadanía del País Vasco o Euskal Herria desea transformar, cambiar o mantener su actual marco jurídico-político, todos y todas deberíamos comprometernos a respetar y establecer las garantías democráticas necesarias y los procedimientos políticos acordados para que lo que la sociedad vasca decida sea respetado y, si fuera necesario, tuviera su reflejo en los ordenamientos jurídicos.

En este sentido, entendemos que también deberán abordarse los condicionantes que determinan la diferente participación social de las mujeres y hombres, a fin de que se garantice la igualdad de derechos y oportunidades inexistentes en la actualidad. Esto conlleva el reconocimiento de nuestros derechos, los de las mujeres, y sólo será posible desde el compromiso firme de todos los agentes partícipes en el proceso.

Quienes suscribimos esta declaración creemos que es posible la solución, y pensamos que para ello todas y todos nos debemos reconocer como tales, que debemos intentar ver la parte de verdad que tienen las otras personas. Para nosotras, dialogar es el paso previo para acordar y ello es fortalecer la democracia, no debilitarla.

Nosotras no buscamos el éxito electoral ni la defensa de nuestra opción política, sindical, social y cultural no buscamos el aplauso de nadie ni nos intimida la crítica feroz; nos anima pensar que merece la pena trabajar por que las cosas no sigan igual, para hacer creíble el camino al que siempre hasta ahora se ha tachado de imposible por quienes no quieren que tenga solución.

Las mujeres que suscribimos esta declaración, como lo han hecho otras mujeres en otros procesos de paz, trabajaremos para blindarlo, para que no embarranque, para que no se frustre. Asimismo, para que las mujeres seamos parte activa del mismo, para reivindicar nuestro papel y nuestro protagonismo, tanto durante el proceso como en la solución. En definitiva, trabajaremos para establecer las garantías democráticas que permitan la participación de toda la ciudadanía fortaleciendo el proceso y su solución.

Por ello hacemos esta aportación, estamos dispuestas al contraste, al diálogo, al acercamiento, a la negociación, a poner todo lo que esté de nuestra parte en la tarea de construir la paz sobre las premisas que planteamos.

La propuesta aprobada por la Cámara Vasca por mayoría absoluta el 30 de diciembre de 2004 es un programa político que hace del derecho de todos los vascos a decidir su futuro su principio rector. La oferta hecha por Batasuna en Anoeta, el 14 de noviembre pasado, articula un método de solución del conflicto basado en vías exclusivamente pacíficas.

Las dos propuestas son de momento líneas paralelas que se proyectan hacia el infinito sin converger entre sí; por otra parte, su origen e iniciativa parten sobre todo de las distintas familias del nacionalismo vasco, contando con la hostilidad abierta de los dos grandes partidos de Estado.
Una diferencia esencial salta a la vista en los casos vasco y norirlandés.

En este segundo caso se entrecruzan dos procesos: el de la aprobación de un acuerdo político basado en el consenso (no unánime, pero sí políticamente eficaz) de los dos bandos, unionista y republicano; y el del desarrollo de un plan de solución de un conflicto violento en una sociedad profundamente dividida como es Irlanda del Norte. Ello la convierte en una referencia comparativa más pertinente para nosotros que la de Québec, que aunque ha influido, y mucho, en la elaboración del programa político aprobado por la Cámara Vasca (a través de los principios de la soberanía compartida y del federalismo de libre adhesión), carece, por innecesario, de un método específico de solución de conflictos violentos.

A grandes rasgos, el proceso de reconciliación de Irlanda del Norte se basa en tres grandes ejes: 1)-La construcción de un «locus», o lugar, de reconciliación de todas las personas, ideas y cosas; 2)-Un temario de cuestiones/relaciones a resolver, como son: la retirada de las armas de los grupos clandestinos; la liberación de los presos; la adecuación de las fuerzas policiales a los derechos humanos; y la reparación de las víctimas. 3)-El diseño de un cambio político-social, preludiado por los gobiernos británico e irlandés en la Declaración de Downing Street de 1993 y formalizado por los partidos políticos norirlandeses en el Acuerdo de Stormont de 1998.

En el caso vasco, Anoeta diseñó un método de solución de conflictos que se inspiraba en el espejo irlandés. Distensión, apuesta exclusiva por las vías políticas, conciencia por la izquierda abertzale de ser una de las partes de un todo, toma en consideración de todas las sensibilidades nacionalistas vascas o no, intervención negociada del grupo armado sólo en el tema específico de la desmilitarización, derecho de las víctimas a la reparación… Todo ello enmarcado en el principio del derecho de los vascos a decidir sobre sí mismos.

Si algo estaba claro en la declaración de Anoeta era la puesta en relación del fin de la violencia de ETA con un programa de cambio basado en la auto-decisión de los vascos. Pero el único programa que se encontraba encima de la mesa, tras un laborioso proceso de elaboración y tramitación, era el del Gobierno tripartito, al que se le puede reprochar su carácter elitista y parlamentario, pero del que no se puede negar estar respaldado por el poderoso y democráticamente incontestable argumento de los votos obtenidos en los sucesivos comicios. El que la izquierda abertzale haya debido aferrarse a él (o a una de sus partes) para blindar Anoeta, debiera inducirle a una actitud de mayor modestia y a una más lúcida aceptación de sus propias limitaciones.

Los portavoces de Batasuna han argumentado, para explicar la división de su voto, su acuerdo con el Preámbulo y su desacuerdo con el articulado que trata de la reforma estatutaria. Pero el Preámbulo, que habla de Euskal Herria, afirma su territorialidad y proclama el derecho de autodecisión de los vascos, contiene orientaciones pragmáticas aceptadas también por Batasuna: por ejemplo, la definición de un «nuevo pacto político por la convivencia», que se materializaría en un nuevo modelo de relación con el Estado basado en la libre asociación; así como el hecho de que «la Comunidad de Euskadi libremente asociada» se circunscriba de momento a Bizkaia, Guipúzcoa y Araba.

Por ello, la oposición de las fuerzas centralistas a la propuesta aprobada por la Cámara vasca no se debe a su supuesto carácter secesionista o independentista -no lo es en ninguna de sus partes, incluyendo su Preámbulo-, ni a un «contubernio con ETA-Batasuna» (el carácter inesperado de la decisión sorprendió el 30 de diciembre a todo el mundo, incluido el lehendakari); sino a la voluntad de enfatizar la proclamación exclusiva del pueblo español como único sujeto de auto-decisión, negándola, en consecuencia, al pueblo vasco, aunque el resultado de esta auto-decisión sea el de la libre asociación a España.

De ahí los clamores de dignidad patriótica ofendida y hasta los ruidos de sable que se oyen estos días. Se perfilan ya las fechas de la escenificación del doble rechazo español gubernativo y parlamentario: en la primera mitad de enero lo expresará el presidente del gobierno; en marzo, las Cortes españolas. Todo ello se acompañará de un acentuamiento represivo contra Batasuna, tergiversando y criminalizando el sentido de Anoeta y manteniendo su exclusión de cara a los comicios autonómicos de mayo, en busca de una nueva y artificial mayoría constitucionalista en la Cámara vasca que permitiría derogar en el futuro la propuesta recién aprobada.

¿Qué cabe hacer a partir de ahora por las fuerzas vascas que la han aprobado total o parcialmente? Mi opinión personal, tan susceptible de error como cualquier otra, es que éste sería el momento de corregir un rumbo que no se está mostrando a la altura de las expectativas creadas. Formaba parte del discurso del tripartito el afirmar que su propuesta iba a resolver los problemas del pueblo vasco en el transcurso de una generación; Anoeta se presentó como un hito decisivo en la solución del conflicto vasco. Ambas propuestas se dirigían a una audiencia más amplia que la de sus propias bases, esto es, al pueblo vasco en su conjunto. Y sin embargo, en los últimos discursos vienen primando consideraciones más centradas en los réditos electorales inmediatos que en los objetivos a largo plazo: a los reproches contra las «coaliciones abertzales-constitucionalistas» responden las denuncias del carácter «increíble» de las iniciativas del tripartito.

Sería éste el momento de tomarse mutuamente en serio, de consensuar entre unos y otros un núcleo duro de la propuesta a defender y de llevar a los agentes de la sociedad civil la discusión de contenidos concretos del articulado que les afectan, con lo que se corregiría el déficit participativo y social del proceso que algunos venimos observando. Ni que decir tiene que ello exigiría que todos los agentes de este pueblo aceptaran, no sólo en el terreno del discurso, sino en el de los hechos, el principio de la exclusividad de las vías políticas, incluyendo a ETA.

En cuanto a las fuerzas estatalistas del no, cuya inclusión es necesaria en todo proceso de reconciliación sostenible, como lo muestra la vía irlandesa, hay que distinguir en todo caso la actitud numantinamente centralista del PP del objetivo del PSOE de configurar una España plural en la que quepan «comunidades nacionales» mediante la reforma correspondiente de los Estatutos de Autonomía. Buscar un puente entre este proyecto y la aceptación del derecho del pueblo vasco -y eventualmente de otros pueblos- a decidir sobre su futuro, es más un problema de voluntad política que de técnica jurídico-constitucional. Existiendo la voluntad, el papel, como ha ocurrido en otros procesos de paz, lo aguanta todo.

Hoy en día, esa voluntad brilla por su ausencia. En mi opinión, el único factor que podría generarla sería la convicción del Gobierno Zapatero de que si comienza en serio un proceso de paz no le va a estallar la bomba en las manos, como ocurrió en el proceso de Lizarra-Garazi, con lo que desaparecería su renta actual de situación sobre el PP, siendo por el contrario devorado por este partido en las próximas elecciones generales. Blindar su convicción de que su Gobierno será recordado como aquél en el curso del cual desapareció un tipo de violencia, la relacionada con el conflicto vasco, depende sobre todo de ETA.

Francisco Letamendia es profesor de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco.
Recogido en elmundo.es

El plan Ibarretxe es la plasmación de los objetivos políticos nacionalistas, reivindicados con el apoyo de la violencia de ETA. Pretende una independencia de facto, que imposibilitará toda intervención de la autoridad estatal en la gestión nacionalista de las tres provincias… pero no impedirá poder utilizar a España como vehículo para permanecer sin problemas en Europa.

Se basa en la existencia de un «pueblo» vasco pre-político pero con derechos como sujeto político, lo contrario de lo que reconoce la Constitución europea -que no habla más que de estados y ciudadanos-, por no referirnos a la española…

Si sale adelante, es probable que acabe la violencia de ETA, pero como acabó la violencia tras el final de nuestra guerra civil: por imposición de una dictadura, que es la violencia continuada por medios políticos injustos. Los vascos no nacionalistas que sigamos en nuestra tierra nos veremos obligados a vivir como si hubiésemos perdido una guerra civil que no hemos librado… No creo que haya nada escrito en los cielos ni creo en el destino: por lo tanto, creo que pasará lo que dejemos que pase.

Los hombres libres no se preguntan «¿QUÉ PASARÁ?», sino «¿QUÉ VAMOS A HACER?». Por mi parte, tengo claro que mientras tenga vida y fuerzas haré cuanto pueda por que los nacionalistas y terroristas no se salgan con la suya.

*Fernando Savater es escritor.   Recogido en elmundo.es

Alardear de legislación penal progresista con un código que no contempla la cadena perpetua y aplicar de facto dicha pena es muestra del cinismo de quien así actúa, su ánimo de venganza y el grado de manipulación de esa legislación con claro impulso político. El último caso es la situación que padece el ex preso político vasco Fernando Etxegarai, excarcelado tras más de veinte años de prisión por haber cumplido íntegra su condena, como acredita el auto firme en virtud del cual recuperó su libertad. El propio Etxegarai mostró ayer su incredulidad, máxime cuando a los presos vascos les han denegado en multitud de ocasiones la revisión de decisiones judiciales anteriores por diferentes y más que dudosos motivos, como la extinción del plazo para recurrir o la supuesta imposibilidad de revisar una decisión en auto firme. Son ya 27 los presos políticos vascos que, a instancias de la sentencia 127/2006 del Tribunal Supremo, han visto sus condenas prolongadas por muchos años. Presos que teniendo adjudicada por la instancia judicial competente una fecha de salida de prisión, en muchos casos sobrepasada tras haber cumplido íntegramente la pena, se enfrentan en la práctica a una cadena perpetua. Y quienes así estiran y retuercen las leyes dicen hacerlo en nombre del estado de derecho y la democracia.
Editorial de Gara 4/04/08